Les voy a contar una pequeña cosa
personal: Voy dos tardes a la semana a la escuela de idiomas de mi ciudad;
trabajo arduo y con esfuerzo, mejoro. Hoy la lectora nos ha planteado como tema
de debate la publicidad. Como es evidente enseguida hemos aludido todos los
alumnos a los anuncios de colonias y de coches como anuncios más evidentemente
sexistas. Yo he soltado cuatro cosas que llevaba dentro pero las limitaciones
de un idioma extranjero me han impedido profundizar en que son una ofensa para
la mujer y que no entiendo por qué el sexo y los anuncios o chistes sexuales
tienen un aura de progresismo y liberalismo, tanto como la posición contraria
se achaca a cavernícolas atrasados y antediluvianos: O sea, gentes de mal vivir
como yo.
Y ahora por la noche, cuando el
silencio impera y la concatenación de acontecimientos se detiene, cuando me
siento a leer la prensa de mañana y a escribir… me encuentro que en Reus, en la
muy europea Cataluña (Siempre he pensado que los catalanes son los españoles
más europeos, algo que cabrea a separadores y separatistas) quieren censurar un
cartel del próximo carnaval porque enseña un buen par de glándulas mamarias.
¿Somos europeos del siglo XXI o volvemos a las catacumbas?
No tengo mucho más que decir, no
sé si eso es progreso o regreso; no sé si se debe permitir o no, si es una ofensa
a la mujer o sólo una alegría para los ojos. Ni siquiera sé si tratándose del
carnaval, siempre trasgresor, siempre con licencia moral, siempre válvula de
escape de las constricciones habituales se debe tapar ese anuncio, quizá
pintándole a bolígrafo un discreto bikini. O con tippex.
Desde la absurda y ridícula posición
machista de los moros (no me gusta usar esta palabra con sentido despectivo
pero “encaja” en lo que voy a decir) con la mujer envuelta en cien mil paños
para ocultar sus formas y “respetarla y defenderla”, hasta las chavalillas universitarias
(o trabajadoras de un “todo a cien, qué más da) que creen que ser moderna y
libre es enseñar el culo o la pechuga cada vez que se agachan, hay un largo trecho
en el que habría muchos puntos posibles para limitarse unos y otros. Porque no
me dirán ustedes si no es desprecio a la mujer, sexismo crudelísimo y bajonazo
moral vender un coche poniendo como señuelo a una señora en paños menores.
Y
sin embargo ciertos sectores consideran que eso es liberarse de ataduras
morales nacional católicas, alcanzar la libertad individual y “yo soy dueña de
mi cuerpo y hago lo que me sale”. Eso sí, luego los europeos nos creemos la crème
de la crème del respeto a la mujer. Pues eso, que sin tetas no hay paraíso para algunos.
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