A veces resulta que el hombre sabe más por viejo que por diablo. La experiencia es madre de la Ciencia y tonto el que no sabe. La mejor universidad resulta ser la propia vida, que llena de contenido a lo que hemos aprendido en las aulas. Ya se lo dijo Miguel Sebastián a Zapatero: “Tú, esto de la Economía lo aprendes en dos tardes”. Y Zetamán terminó de presidente de todos los españoles, incluso de los más afamados economistas. Incluso de Solbes, que no deja de ser un subordinado de Z por muchos estudios que tenga.
Pero Z se ha distinguido desde el primer momento por deshacerse de la experiencia, y eso que a veces parece que practica la filosofía oriental, ésa que tanto valora a los ancianos. A nuestro presi me lo imagino casi siempre en posición del loto, practicando meditación y una paciencia franciscana, si eso no fuera virtud demasiado eclesiástica y clerical para los tiempos que corren, que le lleva a aguantar estoicamente, “confuncianamente”, las puñaladas que le da gente como el gorila dictador de Bananozuela.
Pues Confucio y todo el orientalismo no le merecen la pena a un presidente de gobierno que se deshizo de Felipe González y toda su carga de sabiduría sin el más mínimo miramiento. A la de tres le echó en la basura y a otra cosa mariposa y si te he visto no me acuerdo. Kilates de experiencia trabajada en difíciles años de gobierno dilapidada sin la menor preocupación. Y con él la de la mayoría de ministros y consejeros felipistas que acabaron sus días políticos sin que se supiera más de ellos, acomplejados en un escaño del Congreso o del Senado. Tal cual Alfonso Guerra, vaya por Dios.
Y haciendo tabla rasa de todo lo anterior prefirió creerse que iba a ser el salvador de la patria, eso me recuerda muchos fracasados de la vida que pensaban comerse el mundo antes de salir a la calle. “Dejadme solo”, parecía repetir cual épico torero. Y fue apartando de su camino a todos aquellos cuyo valor estuviese relacionado con la primera época felipista. Y al que no lo enviaba de candidato a la periferia lo enviaba de embajador al Vaticano, quita p'allá y no estorbes en mi mayestático camino. Z al hacer su camino iba deshojando la margarita del pasado del PSOE. Ahora le toca el turno al presidente del Congreso, Manuel Marín, tercera autoridad actual del Estado. De lo que va quedando del Estado.
Ya sólo le quedan Bono, incombustible e inasequible al desaliento, de momento, y Rubalcaba, el mago de Coz. No me pregunten por el segundo, es un misterio para mí, cómo se las arregla para sobrevivir, más allá de las tragaderas que tuvo en su momento a cuenta de la negociación con ETA. Rubalcaba es la excepción que confirma la regla, saber cómo se ha mantenido siempre en primer plano, con ésta u otra cúpula socialista, es algo que excede mi modesto entender y que dejo en manos de los lectores de este blog, alguno de los cuales seguro que no va a perder la ocasión de posterar su opinión al respecto.
Se va Manuel Marín y con él se va el socialismo menos dogmático y más tratable, el más equilibrado y más sereno. Zapatero gana un pulso más y tiene su camino más allanado para que cuando gane las próximas elecciones pueda hacer de su capa socialista un sayo populista. La oposición está de capa caída, digo la oposición interna socialista, la que cree que se puede aceptar que alguna rara y extraña ocasión los demás pueden tener una micra de razón en sus planteamientos.
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