Hace mucho tiempo oía con frecuencia algo que pretendía ser una gracia: “Oye, que todavía hay clases, eh” y el que lo decía se hacía el ofendido y sonreía como defendiéndose. No sé si todavía existen clases, si todavía podemos hablar de clases dominantes, o clases pudientes, clases privilegiadas y clases proletarias. Ni si todavía es válido hablar de esos “parias de la Tierra” que dice La Internacional. Lo que sí sé es que alguien acaba de inventar el clasismo al revés.
La familia de uno de los orangutanes (¿Por qué llamarlos “gorilas”? A mi me parecen más inteligentes, lógicos y consecuentes. Prefiero llamarlos “orangutanes”, que se antojan más salvajes) que colaboró en la muerte de un chaval a la salida de una discoteca acaba de inventar el clasismo al revés. El desprecio de alguien por creerle de una casta superior. O por creerse de una casta inferior, tanto monta. La familia de dicho orangután de discoteca, ¡supongo que pretendiendo defender a su hijo!, acusó a la víctima de ser “un niño pijo, tendría un ataque al corazón de algo que se había tomado”.
Sin entrar en la pésima sintaxis, qué sabrán ellos de eso, ni en el desprecio de la víctima por no ser macarra como el orangután de su hijo, llama la atención que acusen a la víctima de su propia muerte, tal vez por haberse dado con la cabeza contra la rodilla y el pecho contra la bota de los matones. Pobrecillos, ellos.
Bueno, y lo que he dicho, que han inventado el clasismo al revés.
La familia de uno de los orangutanes (¿Por qué llamarlos “gorilas”? A mi me parecen más inteligentes, lógicos y consecuentes. Prefiero llamarlos “orangutanes”, que se antojan más salvajes) que colaboró en la muerte de un chaval a la salida de una discoteca acaba de inventar el clasismo al revés. El desprecio de alguien por creerle de una casta superior. O por creerse de una casta inferior, tanto monta. La familia de dicho orangután de discoteca, ¡supongo que pretendiendo defender a su hijo!, acusó a la víctima de ser “un niño pijo, tendría un ataque al corazón de algo que se había tomado”.
Sin entrar en la pésima sintaxis, qué sabrán ellos de eso, ni en el desprecio de la víctima por no ser macarra como el orangután de su hijo, llama la atención que acusen a la víctima de su propia muerte, tal vez por haberse dado con la cabeza contra la rodilla y el pecho contra la bota de los matones. Pobrecillos, ellos.
Bueno, y lo que he dicho, que han inventado el clasismo al revés.
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