A la derecha tradicionalmente le han caído encima determinados tópicos de los que no ha sabido o querido librarse. Cuando a uno de sus políticos se le acusaba de “forrarse” de manera no demasiado limpia casi todo el mundo pensaba que qué otra cosa podría esperarse de un político de derechas. De los ministros de Franco hasta Zaplana o el presidente de la Diputación de Castellón todos han tenido que pasar por esas horcas caudinas. A veces muy justificadamente. La izquierda, a veces con razón, a veces sin ella, ha sabido aprovecharse políticamente de ello y crear esa sospecha permanente del político de derechas: es rico y ha venido a serlo más… vaya usté a saber cómo, no se fíe de él.
Sin embargo, en los últimos tiempos, en las últimas semanas, son los políticos de izquierdas, a veces los más demagogos, los que están ocupando titulares de prensa en los que se denuncian sus excesos monetarios, abusos cometidos contra el erario público en los momentos actuales, en los que estas heridas parecen hacer más daño. Desde el coche tuneado con tecnología punta del presidente del Parlamento catalán (dijo para explicarse que él era la segunda autoridad de Cataluña y que la dignidad de “esa nación” exigía ese gasto en su coche) hasta el despacho, carísimo, del presidente del Gobierno de Galicia. No escribo la cantidad que nos costó el lugar de trabajo de Pérez Touriño porque es tan grande que me parece mentira y no puedo arriesgarme a escribir alguna inexactitud tan “king size”. Aún así sospecho que el lector ya la conoce… o eso espero.
Y es ahora el despacho de Rodríguez Ibarra. ¿Qué les pasa a estos señores con sus despachos? En el momento en que escribo Rodríguez Ibarra no es nadie, es sólo un cesante, que se decía ataño, como cesante es Mari Puri, mi vecina del sexto, que hace dos años pegó un braguetazo y cesó en la barra americana de la esquina de mi calle. Pues ese despacho de un cesante, instalado en un piso de Mérida, la capital extremeña, ya va por los trescientos mil euros…. ¿Hay quien dé más?
Sin embargo la derecha, siempre tan acomplejada, no parece interesada por corregir los desvaríos de esta antiproletaria izquierda vestida de niños pijos de los ochenta… en el siglo XXI.
Ah, y la izquierda, la otra izquierda que se las da de purista y de salvaguardar la esencia de la progresía intelectualoide, está encantada de haberse conocido, pero no da un palo al agua de la crítica. ¿Contra la izquierda? Nunca jamás.
Si esto es socialismo será socialismo de despacho, socialismo de rojos pijos, socialismo de rojos capitalistas, pero muy capitalistas…, conste.
Sin embargo, en los últimos tiempos, en las últimas semanas, son los políticos de izquierdas, a veces los más demagogos, los que están ocupando titulares de prensa en los que se denuncian sus excesos monetarios, abusos cometidos contra el erario público en los momentos actuales, en los que estas heridas parecen hacer más daño. Desde el coche tuneado con tecnología punta del presidente del Parlamento catalán (dijo para explicarse que él era la segunda autoridad de Cataluña y que la dignidad de “esa nación” exigía ese gasto en su coche) hasta el despacho, carísimo, del presidente del Gobierno de Galicia. No escribo la cantidad que nos costó el lugar de trabajo de Pérez Touriño porque es tan grande que me parece mentira y no puedo arriesgarme a escribir alguna inexactitud tan “king size”. Aún así sospecho que el lector ya la conoce… o eso espero.
Y es ahora el despacho de Rodríguez Ibarra. ¿Qué les pasa a estos señores con sus despachos? En el momento en que escribo Rodríguez Ibarra no es nadie, es sólo un cesante, que se decía ataño, como cesante es Mari Puri, mi vecina del sexto, que hace dos años pegó un braguetazo y cesó en la barra americana de la esquina de mi calle. Pues ese despacho de un cesante, instalado en un piso de Mérida, la capital extremeña, ya va por los trescientos mil euros…. ¿Hay quien dé más?
Sin embargo la derecha, siempre tan acomplejada, no parece interesada por corregir los desvaríos de esta antiproletaria izquierda vestida de niños pijos de los ochenta… en el siglo XXI.
Ah, y la izquierda, la otra izquierda que se las da de purista y de salvaguardar la esencia de la progresía intelectualoide, está encantada de haberse conocido, pero no da un palo al agua de la crítica. ¿Contra la izquierda? Nunca jamás.
Si esto es socialismo será socialismo de despacho, socialismo de rojos pijos, socialismo de rojos capitalistas, pero muy capitalistas…, conste.
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