España se ha convertido en la
tierra donde todo vale, donde para el disparate no hacen falta excusas y la
falta de sentido común reina en todos los lugares, desde el más alto y
supuestamente más noble hasta el más bajo y zafio.
Las imágenes de San Fermín en que una chica, a hombros de algún amigo, se descubre los pechos y se deja manosear por una muchedumbre, probablemente borracha, salida y desnortada han adquirido este año mucha mayor difusión que en ocasiones anteriores. No sé si intencionadamente o no, se habla de agresiones sexistas cuando lo que allí ocurre merece muchas denominaciones pero nunca la de agresión, pues no sólo se trata de algo consentido, sino que es buscado y ofrecido como algo que forma parte ya de la tradición, igual que otro cualquier exceso..., alcohol u otras drogas incluido.
Es consentido, es sexista y es una muestra de la indignidad a la que en nombre de la fiesta estamos llegando. No me vale que al parece en la mayoría de los casos la chica que se ofrece voluntariamente al manoseo colectivo sea extranjera. Podemos gastarnos miles de millones en campañas publicitarias contra el sexismo, podemos desterrar de nuestras teles los anuncios de señoras ligeras de ropa, podemos gastarnos todo el presupuesto del Estado en educación sexual que mientras haya una sola chavala agilipollada que se ofrezca desnuda al mercado sanferminero de la borrachera y la droga no habremos avanzado nada en la valoración de la dignidad femenina; para muchos, analfabetos, borrachos o simplemente enfermos, seguirán siendo un objeto de diversión. Un objeto.
La memez colectiva, sumergida en alcohol de muchos grados, alcanza límites insospechados y consideramos que durante las fiestas todo vale, abandonamos nuestros valores, perdemos el sentido de la decencia (palabra en desuso, en decadencia y a punto de desaparecer) y nos convertimos en neandertales a la caza de hembra descuidada. ¿Descuidada? ¿Pero no hemos quedado en que se trata de un ofrecimiento libre, voluntario y "altruista? Otra cosa son las agresiones sexuales, que haberlas en San Fermín también las hay.
Me gustaría haber visto por un agujerito la cara que se les queda a los hermanos o padres de las sobadas jóvenes que han aparecido en tan repetidas fotos. Y me encantaría conocer también la opinión de sus maridos o novios.
Antes de acabar quiero dejar escapar una pregunta que me corroe... ¿Quién es más indigno, la estulta chavala o los memos mozos que manosean sus pechos entre la multitud?
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