Los excesos son siempre malos. Si
uno se pasa de frenada puede llegar a hacer el ridículo, qué le vamos a hacer.
Es cuestión de moderarse, modularse y modelarse para no caer en lo grotesco.
Ser nacionalista es bueno, es natural, todos tendemos a defender la tierra que
nos vio nacer, aquello que nos es más propio, luchamos contra aquellos problemas
que tenemos más cerca, que nos afectan más.
Los lectores habrán comprobado
cómo quien esto escribe se siente profundamente castellano (de esa autonomía
que los políticos negaron cuando la transición para satisfacer a nacionalistas
vascos y catalanes) y por tanto español. Amo lo que es mío, aquello que me es
propio… ¿cómo no voy a entender a aquellos que sienten lo mismo, con mayor o
menos profundidad, por Cataluña o por Murcia?
Pero negar que existen, más allá
de las propias fronteras, otros con los mismos derechos y obligaciones, con las
mismas necesidades, con los mismos sentimientos sería absurdo. Creerse los
mejores, los más altos, los más inteligentes o los más rubios por ser de tal o
cual parte empieza a ser digno de ser compadecido. Se acerca demasiado al
racismo. Con Franco España era siempre la nación más noble; Inglaterra, la
Pérfida Albión. Nadie nos igualaba en méritos, virtudes y bondades. Si en algo
fallábamos era culpa de los demás. Por eso nos odiaban. O nos envidiaban, según
la época. Franco, ese hombre. España, una, grande y libre.
Como la Cataluña de Artur Mas, la
que paga cuatrocientos mil euros a una profesional de su televisión mientras
los niños pasan hambre, la que pide dinero al Estado mientras lo gestiona
contra él. Dicen los delirios soberanistas que Cervantes era catalán. Y que el
Quijote que conocemos es una mala traducción del original en catalán. Y que
Colón era catalán, que es algo que siempre se ha dicho, y que el descubrimiento
de América pertenece, por lo tanto, a Cataluña. Ya, y la leyenda negra sólo a
España (ni siquiera a Castilla, no les interesa que existiera) que los
catalanes (debería decir los catalanistas pues ellos son los del desequilibrio)
se retiraron cuando clavaron sobre las arenas de la playa la senyera… Porque
sería, digo yo, la senyera en vez del pendón de Castilla el emblema de los
conquistadores…
Que el Quijote esté escrito en
castellano, que su autor fuera de Alcalá de Henares y que sea el gran emblema
de nuestra lengua castellana que hablan 400 millones de personas y en la que
están escritas grandes obras universales es motivo de legítimo y profundo orgullo
pero no nos hace a los castellanos mejores que los catalanes. No sentir tanto
delirio ni tener tanto político enloquecido sí nos hace mejores. Respecto a la
conquista de América, mire usted, se hizo con el dinero de Castilla, con sangre
y mano de obra de ciudadanos de la Corona de Castilla y patrocinado por la
reina de Castilla. Ahí estaba el condado de Cataluña… y no se tienen noticias
de su interés en participar. Cualquiera comete un error, ahí tienen a Portugal
dándole un corte de mangas a Don Cristóbal del que llevan siglos lamentándose
tanto como los castellanos de la batalla de Aljubarrota, el 14 de agosto de
1385, estamos de triste aniversario.
No es necesario hacer el ridículo para enaltecer a Cataluña. Ser catalán es por sí mismo uno de los más altos valores de cualquier ser humano. Tanto como ser castellano, chino o vietnamita. Llegaremos a ese “Cataluña, una,
grande y libre”, oigausté… Los excesos son siempre malos. Si uno se pasa de
frenada puede llegar a hacer el ridículo.
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