Quieren desde la Unión Europea
que los españoles nos rebajemos el sueldo un diez por ciento. Todavía un diez
por ciento. No son suficientes las rebajas ya habidas, las subvenciones
eliminadas, pensiones suspendidas y protección social reducida. Todavía no es
suficiente el deterioro de calidad de vida, hay que retroceder más.
Nadie pidió a los políticos que
costearan con nuestros impuestos aeropuertos sin aviones, autovías innecesarias
como la Burgos-León, o embajadas autonómicas. Ni siquiera pedimos a nadie que
las fiestas locales duraran uno o dos días más, tampoco recuerdo haber pedido
que cada barrio de la ciudad tuviera sus propias fiestas patronales, nadie
pidió tapias nuevas para el cementerio ni despachos de mármol en los
ayuntamientos. Nadie pidió estedespilfarro grotesco. Nos fue concedido gratuitamente,
vez tras vez, elección tras elección, para caernos simpáticos, a cambio de
nuestro voto. Nada podíamos hacer, las cosas ocurrían así votásemos a quien
votásemos. Aunque no votásemos. ¿Dónde están los culpables, por qué abusaron de
nosotros, de nuestra confianza y de nuestro voto, por qué dilapidaron tanto en
tan poco tiempo? ¿Cuándo han sido juzgados, al menos políticamente?
Y sin embargo nadie se responsabiliza.
Ningún partido, ningún político acepta su parte de culpa. Nadie ha pagado por
tamaña irresponsabilidad, nadie siente responsabilidad de no haber invertido en
industria mientras crecía estúpidamente una burbuja inmobiliaria que fue
anunciada en los periódicos varios años antes de que estallara, nadie se siente
culpable de no haberla visto venir, de negarla obcecadamente, de ver brotes
verdes donde no había más que arenas de desierto. O de no saber combatirla, de
haber cercenado sueldos, pensiones, becas y ayudas sin haber reformado un
Estado que hace agua por todas partes, un Estado apestado por el olor
putrefacto de la corrupción, cuyos dos primeros partidos (y sus sindicatos
principales) atufan a graves malformaciones internas, que por turno se van
sustituyendo tanto en el gobierno de la nación (¿nación?) como en los
escándalos económicos. Un Estado desastroso, de imposible funcionamiento,
sobredimensionado, hipertrofiado en diecisiete manirrotas autonomías, irresponsables,
egoístas y enfrentadas; pongamos que diez de ellas prescindibles.
Nadie corrige eso, nadie acude a
la fuente del desastre, nadie va a taponar la sentina que nos contamina y enferma.
Dejad hacer, dejad pasar, dejad sufrir, dejad que reviente. Lo fácil es vivir
en Bruselas, Berlín o La Moncloa y decir con mayestática potestad que todo se
soluciona reduciendo un diez por ciento los sueldos. Pero gobernar no es eso, a
nadie nos dejan en nuestro trabajo aplicar la solución más fácil, sino la mejor
para la empresa y para la satisfacción de nuestros clientes. ¿Por qué con los
dirigentes políticos no pasa lo mismo?
Y quieren desde la Unión Europea
que los españoles nos rebajemos el sueldo un diez por ciento. Todavía un diez
por ciento.
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