Llevo un rato dándole vueltas en
la cabeza al asunto con el que dirigirme a ustedes esta semana. He ojeado mi
larga lista de periódicos, agencias y blogs habituales, numerosos temas de
interés nacional e internacional se dan codazos por ser objeto del presente
artículo… pero al final me decido por algo tan preocupante como la imposible
guerra en Crimea o de tan difícil solución como cambiar el sistema electoral
español: el alcohol y los adolescentes españoles.
Llevo más de treinta años
dedicado a la enseñanza y mi vida profesional, como la de tantos otros, es un
observatorio de los cambios que ha ido dando la sociedad española. Nuestra
sociedad es naturalmente dinámica, nada parece permanecer invariable, los
cambios de actitudes y costumbres son continuos y un reflejo a la vez que una
premonición de los cambios de la sociedad.
No sé en qué momento, desde luego antes de los pasados momentos de
bonanza económica, pero alguien dijo a nuestros chavales que la vida es jauja,
que a este mundo hemos venido a divertirnos y a pasarlo bien, que eso del
esfuerzo, el trabajo y, sobre todo, la austeridad eran cosas del pasado,
propias de una generación obsoleta y que debían ser renovadas por la fuerza de
los acontecimientos.
Y así, sé que soy simplista,
nació el botellón de fin de semana, obligatorio en algunos sectores si quieres
ser guay, los problemas de autoridad en colegios y la barra libre de sexo. Ah,
e insisto, pongan varias veces el indefinido “algunos” entre las palabras
anteriores, que ni todo el monte es orégano ni todo son cactus, cada cosa en su
proporción adecuada.
El caso es que ahora nos
encontramos con que la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en estudiantes de
secundaria nos muestra un panorama desolador sobre el consumo de alcohol en
menores. Ha aumentado en los dos últimos años hasta el punto de que el 82 % de
los jóvenes de entre 14 y 18 años admite haber consumido alcohol en los últimos
doce meses. Les doy otro dato por si les ha pasado desapercibido: el 63 % de
los menores de 14 años lo ha consumido en el último año, y uno de cada cuatro
ha participado ya en un botellón. Para el delegado del Gobierno para el Plan
Nacional sobre Drogas, Francisco Babín, estas cifras reflejan la magnitud del
problema al que nos enfrentamos. Y nosotros preocupados por la crisis de
Ucrania.
Sí, sí, ya sé que el problema no
es nuevo y que usted ya lo ha oído o leído antes. El caso es que aquellos
chavales de entonces ya se han incorporado a la sociedad, aportando su sentido
de la responsabilidad… Y ellos y las siguientes hornadas esperan el relevo
generacional hasta alcanzar puestos de alta responsabilidad como padre de
familia, maridos, maestros o policías. Para echarse a temblar.
O incluso alcaldes.
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