Acaban de salir las cifras del
paro, toda la prensa se arracima a contarlo y sólo difiere en el tamaño de los
titulares y en si colocan la noticia en página par o impar. La cifra de parados
baja en 122.684 personas mientras se crean más de cincuenta y seis mil empleos.
El gobierno está haciendo sonar todas las fanfarrias mediáticas y el que no
baila y ríe es porque no quiere. Las medidas de Rajoy están surtiendo efecto y
la economía reacciona.
No me llamen populista ni me
apunten a las filas de los eternos pesimistas ni a las de amargados
seudopolíticos populistas, no lo soy, pero quizá a los lectores les convenga
recordar qué nos hemos dejado en el camino, desde aquellos tiempos en que
Zapatero se esforzaba tan denodada como inútilmente en negar la evidencia de
una crisis hasta el momento actual de tanto cohete y tanta alharaca.
Se han realizado dolorosas
reducciones en materias tan imprescindibles como Sanidad o Educación, donde
personal y medios alcanzan mínimos históricos. Pese a fuertes presiones
sociales, se han realizado centenares de desahucios de ancianos, enfermos o
simples personas honestísimas. Decenas de miles de obreros han conocido la
desesperación del paro y el dolor de la incertidumbre sobre su futuro. Y sí,
efectivamente, todo esto había empezado ya con el gobierno anterior cuando
Rajoy llegó al poder, asunto que al que lo sufre le trae al pairo.
Todo el dinero empleado
anteriormente en rotondas prescindibles, en tapias de cementerio, en acerado de
lujo, en verbenas con los más caros grupos musicales o en carriles bici
peligrosos y mal planificados hemos de devolverlo durante los próximos siglos,
empeñando en la labor a nuestros descendientes. Al mismo tiempo España está
envejeciendo, se está despoblando y nuestros hijos y sobrinos emigran a
Alemania o a Brasil para buscarse un porvenir, lo que repercute en nuestras
futuras pensiones y en nuestra calidad de vida. Las reformas sociales que se
han hecho han ido siempre en contra del trabajador, al que se le acumulan las desventajas
de indemnizaciones, jubilaciones, sanidad o educación.
Al mismo tiempo, nuestros
diputados y senadores disfrutan de unas jubilaciones en condiciones ventajosas
y cobran sueldos de escándalo completados con dietas de escándalo. La ley
electoral sigue favoreciendo que los cargos respondan ante su partido pero no
ante los electores, primando la obediencia y la sumisión, manteniendo así un
sistema que facilita la endogamia, el clientelismo y la corrupción. ¿Qué reformas se han hecho
en este campo?
En la misma fecha en que salieron
los felices datos del paro la prensa señalaba también que una de tantas cajas
de ahorro, reflotada con dinero de todos, pagaba a su vicepresidente y delegado
once millones de euros como indemnización. Añadamos también que las ventas de
vehículos de lujo subieron en junio un sesenta por ciento. El sistema político
que permite esto es un sistema inmoral y que debe ser sustituido inmediatamente
por otro más justo y social.
No me llamen populista ni me
junten con perrofláuticos personajes: Vale, mejoramos, hay más puestos de
trabajo, menos paro… pero ¿quién ha salido ganando de todo esto? Y otra: ¿De
quién es el mérito?
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