A Carolina Martín le han tocado
el himno de Pemán y la izquierda Española ha reaccionado como si le hubieran
echado encima agua hirviendo. A la pobre bicampeona mundial ni le va ni le
viene, pero si abre la boca la llaman fascista y franquista. A cierta izquierda
española todo lo que suene a España le suena a franquismo y todo lo que suene a
unidad le suena a yugo. A los más ignorantes la boca se les hace agua llenando
tuiter de insultos a los que no piensan como ellos. España va a la deriva entre
la derecha que le roba y la izquierda que le insulta. Unos y otros piensan que
somos sus marionetas, tontos útiles para alcanzar el poder. De eso se trata en
definitiva.
Hizo bien Pedro Sánchez en
incorporar la bandera de España a aquel mitin. Algunos no se lo perdonarán, tenemos
la izquierda que nos merecemos y votamos, pero esa izquierda debería ser la
primera en tomar el nombre de España y reivindicarlo por encima del franquismo.
Para superar el franquismo. Franco sigue siendo todavía la bicha que azota la
izquierda cuando quiere agitar el voto, el espantajo que sacudir en mítines y
televisiones para asustar a los españolitos que no se quieren tomar la sopa.
El himno de Pemán no es
franquista, por mucho que insistan los cernícalos radicalizados que creen que “el
Estado español” es su coto, esa izquierda que clama venganza por no haber superado
jamás sus complejos franquistas. Pemán lo escribió por encargo durante la
república, cuando aún Franco era un desconocido. Pero esta izquierda cutre, que
orina en la calle y que cree que ir sucios es igualitario, piensa que España
huele a Franco, que España piensa en Franco y que la alternativa a su verdad es
Franco, Franco no desaparece de sus bocas como no desaparece de sus películas o
de sus tuits. O Franco o yo, deben pensar; todo es franquismo para una España
radicalizada que no tiene parangón en Europa, solo Venezuela ríe las gracias a
los neocomunistas advenedizos.
El himno de España debería tener
letra pero es un imposible en un país acomplejado de sí mismo, en un país en el
que derecha e izquierda andan bebiendo los vientos por contentar a unos
nacionalistas que jamás caerían en el error de tener símbolos comunes para
todos los españoles. Es un imposible en un país donde la derecha se envuelve
tradicionalmente en la bandera para ir a Suiza y la izquierda ve franquitos
detrás de cada esquina. Pensar en una letra semejante a la de cualquier himno
de cualquier país próximo, geográfica o culturalmente, es un despropósito
porque España es un país culturalmente alejado de sí mismo, España no es un
país de su entorno.
Poner letra a nuestro himno, fuera
quien fuera el letrista oficial del régimen actual, sería una torpeza que nos
llevaría de nuevo al enfrentamiento dialéctico y político, no hay voluntad de
convertir a España en un país normal, todos parecen empeñados en demostrar que
somos una anomalía histórica, un fenómeno de la naturaleza que hay que soportar
con estoicismo, tal vez a la espera de que desaparezca por causas naturales. En
los asuntos graves, en Educación también, por ejemplo, nadie parece ceder en
favor de un acuerdo global, duradero y trasformador, todos se encastillan en
sus posiciones aldeanas y egoístas. España mientras tanto sigue… tente
mientras cobro.
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