A la concejala de fiestas de
Málaga le han caído más palos que a un pulpo por decir que el año pasado las niñas
salían de la feria con las bragas en la mano. Le han dado castañazos hasta de
su propio partido, que son los que peor suelen sentar. Fuego amigo, lo llaman. Joer.
El problema es que la concejala
tiene toda la razón si no nos ciñéramos a la letra del mensaje y si la oposición,
toda, la de todos lados, no fuese tan estúpida como para no querer sacar
ventaja de cualquier declaración políticamente incorrecta. Y si la declaración
es incorrecta es porque a la concejala se le olvidó la política de género
imperante en esta estulta España: los niños y las niñas, las bragas y los
calzoncillos. Amén, zapaterito de mi vida, eres niño como yo...
Ser político significa pasar por
mil tamices cualquier declaración, no vaya a ser que moleste… a tus
partidarios, todo por no molestar, no ofender, no ser incorrecto, que se joda
el mundo si es necesario pero que nadie diga que el rey va desnudo. Si la
señora concejala quería decir que España se ha convertido en un lupanar, en un “picadero”,
en un folladero…, qué le vamos a hacer, tiene toda la razón. Lo malo es que en las circunstancias de radicalización
en que se mueven los españoles defender esto es sinónimo de rata de sacristía o
meapilas. Vamos, que como es algo que dice la Iglesia es una postura indefendible
hoy.
Dado que nuestra sociedad es
libérrima y defiende a ultranza esa libertad, libertad que tantas veces nace de
la falta de compromiso, de esas ataduras que uno busca responsablemente, criticar
que los adolescentes españoles carecen de criterios éticos y morales (no, no,
lo juro, que moralidad no tiene por qué estar relacionado con la religión, no
sea usté pesao) es meterse en un jardín del que no se sale sin barro hasta las
rodillas.
Mire usté, si nos olvidamos de
dos mil años de ética cristiana y queremos pensar solo en modo laicista 2.0, lo
del sexo indiscriminado es un riesgo social importante. Debería ser un
compromiso personal y duradero y no solo un “aquí te pillo, aquí te follo”. Y mañana
con otra. Bueno o con otro. En “el Estado Español”, como decían los progres
cuando la transición, nos hemos sumado entusiastamente al todo vale -todo menos
las reglas- y tonto el que no bote. Somos más libres, tenemos menos prejuicios
y no aceptamos normas de comportamiento anteriores a antesdeayer, no sea que
nos quedemos obsoletos.
Las comedietas españolas con que Telecinco
y de Antena 3 nos golpean la inteligencia cada noche y los “experimentos sociológicos”
como Gran Hermano y sus diferentes versiones en pelotas o en una isla desierta,
nos muestran una amalgama de personajes degradados, degenerados, malhablados,
maleducados y malencarados que ha calado con gran éxito en parte de la población. Dado por otra parte el
denigrante sistema educativo, creador de ciudadanos sumisos y descerebrados, de
consumidores acríticos y rendidos al poder, de iletrados futboleros y crueles
taurinos, los ciudadanos están dispuestos a tragarse estas ruedas de molino que
cada noche nos ofrecen estos canales aculturales. No me tiren piedras, pero los
espectadores de estas obras de arte de la literatura española deberían pagar
algún tipo de impuesto especial.
No solo en Málaga las niñas van
con las bragas en la mano, y no solo en ferias, sino que en todas partes fiesta
significa también sexo, jodienda y despelote. Basta para ello ver cómo visten (o
cómo no se visten) las nenas que salen los sábados por la noche a ver “lo que pillan”
y cómo visten aquellas empleadas, camareras por ejemplo, que han de atenderlas,
sometidas por imperio de la ley del patrono a vestir discretamente para atender
al público.
Ah, claro, claro, las niñas y los
niños. O si ustedes son bobos, l@s niñ@s.
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