Según tenga el día, según en qué
España piense, España me puede dar pena o me puede hacer sentir orgulloso. Si
pienso en los políticos que se han llenado los bolsillos estafándonos,
aprovechándose de nuestro voto, rompo a llorar. Si pienso en los políticos que
piensan que España no tiene motivo para estar orgullosa de su historia, me dan
ganas de llorar.
Solo los países menos presentes
en la marcha general de la Humanidad, pongamos Islandia, Andorra o Haití,
pueden no encontrar motivos de vergüenza en su historia. Pongamos ejemplos de
países poderosos, EEUU, Rusia, Alemania. ¿No hay en ellos, en su historia,
razones poderosísimas para avergonzarse y cerrar los ojos? Si hablamos de
países antiquísimos, España por ejemplo, los motivos se alargan a través de los
siglos. Y sin embargo todos los países celebran su día, su fiesta nacional.
Porque todos tienen al mismo tiempo motivos de orgullo.
Pero es solo una parte mema de la
izquierda española, esto no pasa en Inglaterra o en EEUU, la que se encabrona
por la celebración del 12 de octubre, protesta, se queja y ofende al país, a
los paisanos y a las instituciones. Cierta izquierda española no tiene parangón
en el mundo entero, es profundamente rastrera y mentecata. Protestan contra el
doce de octubre, como protestarían contra el dos de mayo o el día de la batalla
de las Navas de Tolosa. Es una izquierda sin igual, sin que en el mundo se
pueda encontrar otro ejemplo similar, miren ustedes donde quieran. Es la única
izquierda antipatriótica y antinacionalista que existe en el mapa. Cuánto
tienen que aprender de la izquierda griega, por ejemplo.
Está claro que la historia de
España está llena de luces y de sombras. No somos angelitos. No hay ningún país
que no tenga de qué arrepentirse. En la conquista de América se cometieron grandes
desvaríos y grandes aciertos. Civilizamos a los indios que se arrancaban el
corazón latiendo, les dimos derechos (no se les podía esclavizar pues eran
ciudadanos de Castilla) y universidades. Claro, claro, también les robamos.
¿Pedimos a Italia que nos devuelva la plata que se llevaron los romanos de las
Médulas? Y les contagiamos la gripe, sí. En una época en que no existía la
medicina, en una época en que no se sabía las consecuencias que ese contagio
podía tener. Aplicar al siglo XV los conceptos éticos o morales del siglo XXI
es propio de mentes… dementes.
Por encima de todo la izquierda
española, una parte de esa izquierda, protestaría contra cualquier cosa que
sonase a España. Es un fenómeno extraño que no sucede en ninguna otra parte del
mundo. Piensen en la Francia que arrolló Centroáfrica en el siglo XIX. No en el
XVI, en el XIX. ¿Ven a François Hollande acongojado? ¿Anulará las celebraciones
del próximo 14 de julio? ¿Ven a la izquierda de Gran Bretaña acomplejarse por
la escabechina de indios en Norteamérica? No me imagino a la reina Isabel
hablando de genocidio…
Y si nos referimos a los tiempos
presentes… ¿se imaginan a Barack Obama deteniendo las celebraciones del 4 de julio,
hablando de vergüenza nacional, echando pestes contra sus paisanos por… por la
esclavitud, por el trato dado a los negros hasta avanzado el siglo XX, por
tantos locos sueltos con armas en el armario, por sus policías de gatillo flojo?
No, no nos merecemos que nos
timen, que se lleven nuestro dinero a Suiza, necesitamos meter en la cárcel a estos
depredadores económicos y alguien que los contrarreste políticamente. Pero
también necesitamos una izquierda civilizada, europeizada, consciente de
nuestros errores y a pesar de ello moderadamente orgullosa de ser española, que
no se cague en nuestra historia, en nuestra bandera, en nuestros hechos
célebres. Una izquierda distinta de Ada Colau, de Kichi, o de Íñigo Errejón. O
de Wlly Toledo, claro. Algo así como la izquierda finlandesa, la izquierda
moldava, la izquierda japonesa o simplemente la izquierda de Botsuana.
Si pienso en los políticos que piensan que España no tiene motivo
para estar orgullosa de su historia, me dan ganas de llorar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario