Palencia es una emoción:

02 julio 2009

Garoña, antinucleares y nucleares

Yo también he sido antinuclear. A mí a antinuclear no había quien me ganara. ¿Nucleares? No, gracias. Hasta lo pregoné por Munster, en Alemania, en uno de esos viajes por toda Europa que todo joven recién emancipado sueña llevar a cabo sin la ayuda de papá. Bueno, no sé si los jóvenes ahora sueñan con emanciparse o con vivir a costa de papá pero sin las normas de papá, ¡no te jode!

El caso es que yo era tan antinuclear como usted, o más. Con el tiempo me di cuenta de que lo que importa es la realidad. Que las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran. La realidad es la que es, tanto para aceptarla como para combatirla y cambiarla. Así que dejé de ser rojo y progre y me hice pragmático. ¿Queremos aire acondicionado? Energía eléctrica. ¿Queremos frigo, tele, lavavajillas, lavadora, ascensores? Energía eléctrica. ¿Queremos industrias competitivas, que creen puestos de trabajo, que proporcionen riqueza? Energía eléctrica, coño. Perdonen que hable así de mal, pero por una parte es que hoy me he levantado de mal humor y por otra es que acabo de leer en un semanal a dos de mis columnistas favoritos y uno de ellos hablaba –escribía- mal y el otro parecía estar cabreado. De ellos, mis palabras y mis modos.

Que dejé de hacer el chorra cuando descubrí que más valía ser realista y práctico que presumir de “modelno y pogre”. Es síntoma de maduración, creo, que se produjo hace ya años, cuando González, don Felipe, nos bendijo con sus últimos años de trono. El caso es que me cansé de incongruencias y en un desliz sin intención pero continuado me fui convirtiendo en este facha que ustedes llevan leyendo algunos años. Perdónenme.

Perdónenme, repito, pero si necesitamos energía habrá que crearla. Si necesitamos empleos habrá que crearlos, si necesitamos progreso habrá que crearlo. Y si tenemos incongruencias habrá que desecharlas, digo yo, e ir al grano. España siempre ha sido antinuclear, tanto por razones fundadas como por la “modelnez y pogresía” que siempre han vestido mucho a ciertas capas sociales. Pero al mismo tiempo comprábamos a Francia la energía nuclear que necesitábamos y no producíamos, “comiéndonos” además del precio que imponían los gabachos los residuos proporcionales a la energía comprada. Toma energía, toma precios y toma residuos. Residuos nucleares, naturalmente. Pero eso sí, nos hacíamos los despistados, “¿Resíduos nosotros?”, o los castos, “No, nosotros somos totalmente contrarios a la energía nuclear”, o los locos, “Que nosotros no hemos sido, de eso no sabemos na de na, oigausté”.

Eso conlleva una gilipollez nacional supina, que nos la cogíamos con papel de fumar para parecer inmaculados, y un sinvivir contradictorio, comprando la energía (nuclear, naturalmente) que necesitábamos a raudales, pero vistiéndonos cada mañana de antinucleares convencidos. Eso sí, nadie hacía determinadas preguntas políticamente incorrectas: “¿Será buena tanta dependencia energética de un país extranjero? ¿y dónde metemos los residuos nucleares franceses que nos tenemos que comer?”

El caso es que tenemos que escoger entre la modernidad, sin zeta, de las industrias, de los electrodomésticos, de la competitividad, sin zeta, y la pesadez, con zeta, reiterativa del “nucleares, no, gracias”, al mismo tiempo que participamos de la supina memez, con zeta, de ser cómplices del proceso productivo y comercial de las nucleares francesas y enterramos sus “nuestros” desechos radiactivos. Y deberíamos escoger con razones profundas, auténticas y bien calibradas, asesorados por expertos, conociendo las razones en ambos sentidos de técnicos especializados en dichas cuestiones. No deberíamos escoger motivados por razones de apariencia social, no por aparecer “vestidos” con tal o tal otra imagen políticamente correcta. Desde luego, no basta ser “rojo” y presidente del gobierno para tomar una decisión.

Cuando escribo el gobierno está a punto de hacer pública su decisión sobre Garoña, los últimos teletipos hablan de que se va a conceder una prórroga de un par de años (justito para salvar las elecciones próximas) para mientras tanto levantar un parador de turismo (hubo un tiempo que se llamaban “paradores nacionales”, pero eso ya no parece políticamente adecuado). Tengo ganas de que eso ocurra para irme a pasar un fin de semana, algo en mi cuerpo me demanda que un físico nuclear me sirva una cocacola con reverencias, que un técnico en fusión nuclear me haga la habitación o que un ilustre científico me pregunte “¿Nesecita algo más el señor”?

Pero qué gilipollas podemos llegar a ser con tal de ir vestidos políticamente correctos.

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