A veces uno se tropieza mil veces con la misma piedra y no aprende. Eso le ha pasado una vez más a Maragall, el de la doble moral. Seguro que el pobre arrastra sus limitaciones desde que iba a la escuela, cuánto me gustaría hablar con quienes fueron sus maestros, a ver cuánto le costó aprenderse las tablas o diferenciar entre arriba y abajo, derecha e izquierda. En su disculpa convengo en recordar que todavía no existían Epi y Blas, con lo que enseñaban.
Así durante la V conferencia nacional del PSC ha dicho el pobre infeliz “Ahora que los portugueses quieren ser españoles, que se preparen los castellanos”. Todo ello al hilo de esa encuesta que afirma que un 28% de los portugueses parecen querer formar un Estado con España.
Otra vez Castilla como culpable, otra vez Castilla asfixiante dominadora, otra vez la rica y poderosa Castilla. ¡Pobre Maragall, el de la doble moral. ¿Cuánto tiempo hace que Maragall no se da un paseo por Tierra de Campos, por la montaña palentina, por la sierra de Ávila, por los montes de Toledo? Cataluña será grande y eterna, pero sus dirigentes no tienen por qué serlo. Yo le invito, cordial, efectiva y educadamente a mi casa y le prometo dar una vuelta por la Castilla de verdad, no la de las rancias novelas del Siglo de Oro. Actualícese, señor Maragall, el de la doble moral.
Maragall, es un pobre mindundi que circunstancialmente ha dirigido a Cataluña y que siempre se ha distinguido por creer lo que le interesaba políticamente. Por ejemplo, se empeñó en conseguir que los famosos papeles de Salamanca volvieran a Cataluña, en una exposición que a nadie interesa (hasta el punto de que lo que iba a ser una gira impresionante por toda Cataluña, pueblos y ciudades, se ha convertido en una exposición permanente en un local de las Ramblas que nadie visita), pero no puede aceptar que por la misma regla de tres a Castilla deberían volver los cientos de piezas maestras de la riquísima imaginería castellana que llenan las salas del museo Marès, por ejemplo. No, eso jamás, eso sí que no. Maragall, el de la doble moral. O la ley del embudo, para mí lo ancho y para los demás lo estrecho.
Los castellanos no tenemos la más mínima preocupación porque algún día los portugueses y los españoles formemos una sola nación. No nos preocupa. Los castellanos nunca nos hemos sentido preocupados por portugueses, gallegos, andaluces o catalanes. A lo mejor por eso hay tal explosión de riqueza en nuestras villas y capitales, plagadas de industrias florecientes, de habitantes jóvenes y emprendedores, por eso somos un polo permanente de atracción de hombres y mujeres, de empresas, de capitales, de trabajo, de juventud, por eso Castilla tiene tal influencia en las instituciones del Estado, en la cultura del Estado... y en los presupuestos del Estado, claro, que destinan una riada de millones de euros para.... Cataluña.
Quizá por eso, porque no nos preocupan los catalanes sino las catalanadas de algunos catalanistas, andamos locos escogiendo qué autovía inexistente vamos a utilizar para ir de Valladolid a León, por eso tardamos tanto en escoger si utilizamos el AVE, que no tenemos y que cuando llegue será un triste remedo del tren veloz que está llegando a otras regiones, o el avión de hélice para ir a Madrid desde la región más extensa de la Unión Europea. Quizá por eso formamos una de las regiones más despobladas, envejecidas y desindustrializadas, quizá por eso nos parecemos tan poco a Cataluña, señor Maragall, el de la doble moral.
Quizá por eso, por dejadez y falta de preocupación, los castellanos andamos divididos en cinco regiones autónomas de segunda regional mientras en Cataluña tienen el Estatut que tienen. Aunque todavía está por aclarar qué papel desarrollaron, junto a un Estado genuflexo y entregado, los partidos nacionalistas periféricos cuando la España de las autonomías, por qué y por quién se impulsó la sangrante división de Castilla, por qué no interesaba una Castilla fuerte y poderosa, con Madrid, tal vez, como capital.
Esos somos los castellanos, señor Maragall, los que no pintamos nada en una España que parimos y contribuimos a hacer grande, pero que sin embargo nos roba, nos ignora, se burla de nosotros y nos desprecia, una España con la que se nos equipara y confunde interesadamente, una España que nos asimila con un régimen político que nos destruyó, trasladó nuestras industrias y contribuyó al vaciamiento de nuestros campos, pueblos y ciudades. ¿Es que no hubo catalanes, vascos, extremeños, andaluces, y baleares que apoyaran física y emocionalmente al franquismo?
Y ahora dígame, señor Maragall, el de la doble moral, ¿de qué nos vamos a enterar los castellanos?
PD Señor Maragall, ¿Cuántos castellanos forman parte de su PSC, le oyeron decir esto y no se levantaron a hacerle un corte de mangas? Cobardes!!!
Así durante la V conferencia nacional del PSC ha dicho el pobre infeliz “Ahora que los portugueses quieren ser españoles, que se preparen los castellanos”. Todo ello al hilo de esa encuesta que afirma que un 28% de los portugueses parecen querer formar un Estado con España.
Otra vez Castilla como culpable, otra vez Castilla asfixiante dominadora, otra vez la rica y poderosa Castilla. ¡Pobre Maragall, el de la doble moral. ¿Cuánto tiempo hace que Maragall no se da un paseo por Tierra de Campos, por la montaña palentina, por la sierra de Ávila, por los montes de Toledo? Cataluña será grande y eterna, pero sus dirigentes no tienen por qué serlo. Yo le invito, cordial, efectiva y educadamente a mi casa y le prometo dar una vuelta por la Castilla de verdad, no la de las rancias novelas del Siglo de Oro. Actualícese, señor Maragall, el de la doble moral.
Maragall, es un pobre mindundi que circunstancialmente ha dirigido a Cataluña y que siempre se ha distinguido por creer lo que le interesaba políticamente. Por ejemplo, se empeñó en conseguir que los famosos papeles de Salamanca volvieran a Cataluña, en una exposición que a nadie interesa (hasta el punto de que lo que iba a ser una gira impresionante por toda Cataluña, pueblos y ciudades, se ha convertido en una exposición permanente en un local de las Ramblas que nadie visita), pero no puede aceptar que por la misma regla de tres a Castilla deberían volver los cientos de piezas maestras de la riquísima imaginería castellana que llenan las salas del museo Marès, por ejemplo. No, eso jamás, eso sí que no. Maragall, el de la doble moral. O la ley del embudo, para mí lo ancho y para los demás lo estrecho.
Los castellanos no tenemos la más mínima preocupación porque algún día los portugueses y los españoles formemos una sola nación. No nos preocupa. Los castellanos nunca nos hemos sentido preocupados por portugueses, gallegos, andaluces o catalanes. A lo mejor por eso hay tal explosión de riqueza en nuestras villas y capitales, plagadas de industrias florecientes, de habitantes jóvenes y emprendedores, por eso somos un polo permanente de atracción de hombres y mujeres, de empresas, de capitales, de trabajo, de juventud, por eso Castilla tiene tal influencia en las instituciones del Estado, en la cultura del Estado... y en los presupuestos del Estado, claro, que destinan una riada de millones de euros para.... Cataluña.
Quizá por eso, porque no nos preocupan los catalanes sino las catalanadas de algunos catalanistas, andamos locos escogiendo qué autovía inexistente vamos a utilizar para ir de Valladolid a León, por eso tardamos tanto en escoger si utilizamos el AVE, que no tenemos y que cuando llegue será un triste remedo del tren veloz que está llegando a otras regiones, o el avión de hélice para ir a Madrid desde la región más extensa de la Unión Europea. Quizá por eso formamos una de las regiones más despobladas, envejecidas y desindustrializadas, quizá por eso nos parecemos tan poco a Cataluña, señor Maragall, el de la doble moral.
Quizá por eso, por dejadez y falta de preocupación, los castellanos andamos divididos en cinco regiones autónomas de segunda regional mientras en Cataluña tienen el Estatut que tienen. Aunque todavía está por aclarar qué papel desarrollaron, junto a un Estado genuflexo y entregado, los partidos nacionalistas periféricos cuando la España de las autonomías, por qué y por quién se impulsó la sangrante división de Castilla, por qué no interesaba una Castilla fuerte y poderosa, con Madrid, tal vez, como capital.
Esos somos los castellanos, señor Maragall, los que no pintamos nada en una España que parimos y contribuimos a hacer grande, pero que sin embargo nos roba, nos ignora, se burla de nosotros y nos desprecia, una España con la que se nos equipara y confunde interesadamente, una España que nos asimila con un régimen político que nos destruyó, trasladó nuestras industrias y contribuyó al vaciamiento de nuestros campos, pueblos y ciudades. ¿Es que no hubo catalanes, vascos, extremeños, andaluces, y baleares que apoyaran física y emocionalmente al franquismo?
Y ahora dígame, señor Maragall, el de la doble moral, ¿de qué nos vamos a enterar los castellanos?
PD Señor Maragall, ¿Cuántos castellanos forman parte de su PSC, le oyeron decir esto y no se levantaron a hacerle un corte de mangas? Cobardes!!!
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