Empecemos por el principio, la monarquía no levanta cabeza desde hace largo tiempo. No soy especialmente crítico con ella ni especialmente favorable, vale mientras sirva. Al pueblo, se entiende.
La monarquía lleva largo tiempo cometiendo diversos deslices, se ha debilitado tanto por la acción de los impepinablemente republicanos como por sus propios errores que éstos saben aprovechar verdaderamente bien. Parece España un país que está esperando que llegue el error definitivo para echarla abajo, la historia no se olvida y la monarquía tiene una turbia existencia a sus espaldas. Los hay que ni perdonan ni olvidan y la monarquía siempre ha vivido durante esta era democrática en el filo de la navaja, cuidando escrupulosamente sus relaciones con los partidos y sus declaraciones y actuaciones públicas. A España siempre le ha gustado hacer leña del árbol caído y cualquier error puede ser el que de lugar a una delicada situación política.
Nuestros reyes siempre se han preciado de no entrar en política, de no tocar temas sensibles, de no echar sal en las heridas abiertas de España, llevan cuarenta años siendo delicadamente cuidadosos para no tocar asuntos que dividen a la sociedad y aún así la monarquía no parece totalmente asentada en una nación que no olvida su historia. Sin embargo, cuando tantas dificultades se les están acumulando en los últimos tiempos, incluso con parte de la prensa en la batalla, la reina se lanza a tumba abierta a intervenir en asuntos en los que la sociedad está enfrentada. ¿Puede esperar la reina generosidad de las capas a las que critica o desautoriza?
La crítica, que siempre les había llegado desde cierta izquierda radical, se va a generalizar y ya incluye esa derecha tradicional y antañona que se supone debería ser su principal apoyo. Es un misterio por qué ahora se rompe una costumbre que venía funcionando bien pero la reina se acaba de apuntar un tanto de impopularidad ante capas sociales que no la veían demasiado bien y ya previamente críticas.
La monarquía parece sumida en un tobogán de descrédito e impopularidad sin que los interesados encuentren manera de poner freno a esta situación. Los reyes están para bendecir lo que el pueblo y sus representantes hayan decidido y nada más, meterse en determinadas harinas es meterse en problemas. Una familia real que habla de más es una familia real inadecuada. Doña Sofía ha hablado de más y puede acabar triturada por los tertulianos de alguna televisión. O terminar ella de tertuliana. Problemas para una reina que no ha sabido callar a tiempo.
Una nota curiosa: ¿Se imaginan una manifestación en el País Vasco encabezada por una bandera española? Pues recuerdo haberla visto, hace sólo unos meses, y la bandera era la bandera española… republicana. Y nadie hacía ascos, curiosa circunstancia.
La monarquía lleva largo tiempo cometiendo diversos deslices, se ha debilitado tanto por la acción de los impepinablemente republicanos como por sus propios errores que éstos saben aprovechar verdaderamente bien. Parece España un país que está esperando que llegue el error definitivo para echarla abajo, la historia no se olvida y la monarquía tiene una turbia existencia a sus espaldas. Los hay que ni perdonan ni olvidan y la monarquía siempre ha vivido durante esta era democrática en el filo de la navaja, cuidando escrupulosamente sus relaciones con los partidos y sus declaraciones y actuaciones públicas. A España siempre le ha gustado hacer leña del árbol caído y cualquier error puede ser el que de lugar a una delicada situación política.
Nuestros reyes siempre se han preciado de no entrar en política, de no tocar temas sensibles, de no echar sal en las heridas abiertas de España, llevan cuarenta años siendo delicadamente cuidadosos para no tocar asuntos que dividen a la sociedad y aún así la monarquía no parece totalmente asentada en una nación que no olvida su historia. Sin embargo, cuando tantas dificultades se les están acumulando en los últimos tiempos, incluso con parte de la prensa en la batalla, la reina se lanza a tumba abierta a intervenir en asuntos en los que la sociedad está enfrentada. ¿Puede esperar la reina generosidad de las capas a las que critica o desautoriza?
La crítica, que siempre les había llegado desde cierta izquierda radical, se va a generalizar y ya incluye esa derecha tradicional y antañona que se supone debería ser su principal apoyo. Es un misterio por qué ahora se rompe una costumbre que venía funcionando bien pero la reina se acaba de apuntar un tanto de impopularidad ante capas sociales que no la veían demasiado bien y ya previamente críticas.
La monarquía parece sumida en un tobogán de descrédito e impopularidad sin que los interesados encuentren manera de poner freno a esta situación. Los reyes están para bendecir lo que el pueblo y sus representantes hayan decidido y nada más, meterse en determinadas harinas es meterse en problemas. Una familia real que habla de más es una familia real inadecuada. Doña Sofía ha hablado de más y puede acabar triturada por los tertulianos de alguna televisión. O terminar ella de tertuliana. Problemas para una reina que no ha sabido callar a tiempo.
Una nota curiosa: ¿Se imaginan una manifestación en el País Vasco encabezada por una bandera española? Pues recuerdo haberla visto, hace sólo unos meses, y la bandera era la bandera española… republicana. Y nadie hacía ascos, curiosa circunstancia.
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