Y lamento empezar (otra vez) un nuevo artículo confesando que la única organización en la que milito es la Iglesia Católica. Sé que algunos de mis lectores pueden empezar a huir de mi blog de tanto repetir este soniquete. Pero es que la Iglesia está de plena actualidad y sea para apoyarla o para criticarla, como es el caso, hay que hablar de ella y por lo tanto confesarse no neutral sino partidista. Del partido de la Iglesia de Cristo.
Lamentamos los cristianos la soledad en que nos quedamos, nos sentimos incomprendidos por nuestros semejantes. Hay veces que no sólo no nos importa, sino que además nos parece lo lógico. Bien está que nos rechacen, bien está que nos critiquen y, sé que es una exageración, que nos persigan. Que le vayan dando por donde amargan los pepinos a una sociedad materialista, que carece de altas miras y todo lo fía al bienestar a corto plazo. Pero… hay ocasiones en que uno lamenta posturas incomprensibles de las autoridades católicas.
Los homosexuales, por ejemplo. Que le den, decía antes, a una sociedad que por parecer moderna y megaguay acepta encantada que las uniones homosexuales sean matrimonios. Cierto que en ese terreno había mucho que arreglar, pensiones, herencias… un gran campo. Pero que nadie pida que la Iglesia llame a eso matrimonio. Eso para los cristianos es otra cosa. Y menos considerar como buenas, lógicas y aceptables las adopciones de niños por parejas de homosexuales. Bien que nos rechacen por eso. Los experimentos, con gaseosa, no con niños.
Lamentamos los cristianos la soledad en que nos quedamos, nos sentimos incomprendidos por nuestros semejantes. Hay veces que no sólo no nos importa, sino que además nos parece lo lógico. Bien está que nos rechacen, bien está que nos critiquen y, sé que es una exageración, que nos persigan. Que le vayan dando por donde amargan los pepinos a una sociedad materialista, que carece de altas miras y todo lo fía al bienestar a corto plazo. Pero… hay ocasiones en que uno lamenta posturas incomprensibles de las autoridades católicas.
Los homosexuales, por ejemplo. Que le den, decía antes, a una sociedad que por parecer moderna y megaguay acepta encantada que las uniones homosexuales sean matrimonios. Cierto que en ese terreno había mucho que arreglar, pensiones, herencias… un gran campo. Pero que nadie pida que la Iglesia llame a eso matrimonio. Eso para los cristianos es otra cosa. Y menos considerar como buenas, lógicas y aceptables las adopciones de niños por parejas de homosexuales. Bien que nos rechacen por eso. Los experimentos, con gaseosa, no con niños.
Pero de este punto, en el que la doctrina de la Iglesia es absolutamente apoyada por todos los católicos “militantes”, si exceptuamos a los católicos “raros” como Bono y Pepe Blanco, a la actual situación en que el Vaticano se niega a apoyar la moción francesa de despenalización de la homosexualidad a través de una declaración de las Naciones Unidas hay una distancia que se me hace imposible de recorrer a la luz de mi escasa capacidad intelectual.
¿Cómo se puede apoyar que se castigue civilmente la homosexualidad? ¿Cómo se puede luchar para que no se despenalice? ¿No está por encima de esta situación…, pecaminosa para los católicos, la lucha contra el dolor de los discriminados, de los encarcelados, de los azotados, de los asesinados, eso sí, muy “legalmente” en países bárbaros y tercermundistas? ¿No significa esto que la Iglesia apoya tamaña persecución injusta por los países más bárbaros?
Ésta es una actitud profundamente anticristiana, injusta, dolorosa y que difícilmente será comprendida por el católico de calle. Yo no voy a estar en Roma este próximo sábado pero me acordaré de la manifestación que se va a celebrar ante el Vaticano.
Seguro que Él también estará presente.
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