Cuando la razón no llega el cerebro se paraliza pero la boca no, la boca tiene que seguir hablando y emitiendo palabras. Estoy convencido de que eso le ha pasado al alcalde de Getafe y presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, Pedro Castro, que se quedó sin razones y siguió hablando.
Pedro Castro era uno más del montón de alcaldes del PSOE hasta que a Zapa se le hincharon las narices de perder Madrid. Dispuesto a reconquistarla, Zapatero echó a Heliodoro Gallego, alcalde de Palencia, de la presidencia de dicha Federación y puso al ¿señor? Castro, a ver si el cargo le daba fama y experiencia para el asalto democrático de Madrid. Y digo yo que con lo educadito que es Heliodoro Gallego mejor sería haberse guardado al otro donde no podamos verlo. El señor Gallego jamás habría dicho tamaña burrada, que no la necesita para barrer, elección tras elección, en su ciudad.
Son demasiadas las veces que he escrito alabanzas sobre la perfección del manejo de la agitación y propaganda por parte de la izquierda. Son unos genios que han terminado por acomplejar a buena parte de los ciudadanos y hacerles creer que ser de derechas es intrínsecamente malo y pasado de moda. Hay millones de ciudadanos que creen ser infinitamente más demócratas por votar al PSOE que al PP. Es decir, hay millones de ciudadanos que creen que son más cultos, libres, generosos, respetuosos, demócratas por votar a Pedro Castro. Por cierto, ser de derechas no implica votar al PP. Necesariamente.
Si esta gilipollez tan sectaria, si esta frase tan despectiva, tan fascista, la hubiese pronunciado cualquier personaje preeminente de la derecha habría llovido sobre él la mierda eterna. Si tal dislate, tal barbaridad, tal insensatez, tal necedad, tal desbarro lo hubiese pronunciado un acreditado miembro del PP caería sobre él toda la artillería mediática del la izquierda. España se escandalizaría y se rasgaría las vestiduras mediáticas. Pero, ah, es esta izquierda alfonsoguerrista la que la ha pronunciado, es la obscena izquierda ofensiva de Pepe Blanco la que la ha proferido y no pasa nada. Ni se derrumban los cielos de la democracia ni se detiene el tiempo, incluso habrá quien le ría la gracia.
Que estos sanchopancescos personajes se crean los únicos que piensan, que estos mezquinos titanes de historieta nieguen a sus contrarios la capacidad de engranar neurona con neurona, que estos ganapanes nieguen el valor de la opinión contraria, que estos mangamazos se crean el colmo de los valores universales es propio de dictadores bananeros que niegan a sus oponentes el derecho a pensar. Y a decidir. Negar el derecho a la libertad de voto, u ofender a quien la ejerce, es suficiente para que este señor deje la política y se vaya a cultivar una huerta, que es el elemental derecho que todo jubilado debería tener.
Respetar el derecho a votar a cualquier partido democrático es la base de todo sistema constitucional, Pedro Castro ha querido ilegalizar el derecho de votar a otro partido que no sea el suyo, que es lo que otro Castro consiguió en Cuba.
Quien firma esta columna piensa que por encima de los valores de derechas o de izquierdas están los valores de las personas, los valores de los políticos. Una buena persona, un gestor eficaz, un alcalde o un presidente ejemplar puede pertenecer a cualquier partido, ni los buenos ni los malos tienen firmado un contrato de exclusividad con una tendencia concreta.
Cuando la razón no llega el cerebro se paraliza pero la boca no, la boca tiene que seguir hablando y emitiendo palabras, ya sin control, sin prevención, sin limitaciones. Entonces pasa lo que pasa y te conviertes en Pedro Castro.
O Fidel.
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