Cuando yo era niño esto sólo pasaba en Dinamarca, no sé por qué pero estas cosas raras eran frecuentes en países lejanos, estrafalarios y libertinos como Dinamarca, o eso al menos decía el periódico que yo leía ya entonces. Claro que entonces vivía y mandaba Franco que sin duda era el principal culpable de esta situación.
El caso es que la modernidad capitalista nos ha llegado a nosotros, con retraso, eso sí, como casi todo, como con retraso nos llegaron los bikinis o la envidiable libertad sexual de la que disfrutan nuestros jóvenes gracias a los preservativos y los talleres sexuales patrocinados por el Partido Sexualista Obrero Español y gracias también a toda la formación teórico práctica que nos muestran las series y pelis españolas. Y esa modernidad tiene su último y más actual reflejo en esa propuesta, creo que proveniente de una empresa nórdica –en los países nórdicos hemos puesto los españoles siempre nuestras ansias de libertad sexual- que nos ofrece una web de citas con el claro mensaje de ser infieles a nuestro cónyuge.
Todo lo moderno ha de venirnos de Europa del norte, no sin motivo África empieza en los Pirineos, los muebles desmontados, las suecas y el liberalismo sexual son claros ejemplos. ¿Hay algo más moderno que una infidelidad? ¿Ser fiel a la compañera a la que uno decidió libérrimamente unirse de por vida no está pasado de moda a rabiar? ¿Puede extrañarle tanta “modernez” a un español que lleva toda la vida acostumbrado a Sálvame de luxe, La Noria y Belén Esteban? Todos estos edificantes programas tan amados por la sociedad española son sólo el preludio íberocasposo de la modernidad nórdica, pero al menos han servido para hacernos comprender que en Europa éramos una isla de antigüedad troglodítica por no entender que los homosexuales también pueden casarse, por entender que tener relaciones sexuales no era lo mismo que hacer el amor, por empeñarnos en que la sociedad debería tener objetivos morales además de objetivos económicos. Al fin hemos desterrado toda esa antigualla y nos vamos a poner al mismo nivel de innovación que Europa. Por fin ya semos uropeos, oiga usté.
Como pasa siempre hemos sido los últimos en llegar a la modernidad de la infidelidad, pero nos pondremos a la cabeza enseguida, como también pasa habitualmente. Para chulos y modelnos nosotros, en cuestión de unos meses seremos los más infieles del mundo mundial, los partidos políticos progresistas incluirán la infidelidad en sus programas y promoverán desde las instituciones otras iniciativas semejantes que acaben en cuantito sea posible con los escasos restos que van quedando de la familia tradicional. Abajo la familia, arriba la infidelidad. Atentos, pues, a la web esa de citas infieles que antes de que se divorcie el príncipe inglés batiremos todos los récords y la habremos colapsado. La base de datos estará llena de “Pérez” y Rodríguez” (sí, y también “de Hoyos”) dispuestos a cepillarse a cuanta sueca se ponga por delante. Eso sí, suecas, suecas, suecas de verdad, pocas habrá para los “Pérez”, pero ya habrá señoras de Martínez teñidas de rubio y que pronunciarán el castellano con dificultad y poniendo la boca rara. O al revés.
Si usted quiere ser infiel conmigo aquí me tiene a su disposición, seamos modernos, por algún lugar de esta página andará mi correo electrónico, lo tiene a su disposición. Eso sí, sólo para señoras, a mí siempre me ha gustado hacer el amor (bueno, “tener relaciones sexuales”) viendo la cara de mi pareja. No soy tan moderno como para preferir ver el cogote.
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