Lo he leído en Twitter, pero que
quede constancia de que yo también lo había pensado: antes de que salga la
fumata blanca a los monseñores había que obligarles a ver “Las sandalias del
pescador”. A mí la película se me hace un tanto larga y ñoña pero dice algunas
verdades.
Y a la hora de emitir su voto los
cardenales deberían darle una oportunidad a la esperanza y pensar no sólo en
alguien que defienda una visión tradicional de la Religión, oraciones, espiritualidad,
religiosidad, etc., sino también en alguien que eche del templo a los mercaderes…
quiero decir que tal vez por el bien del asunto católico el nuevo papa debería
tener una visión social, mucho más social, de la vida terrenal.
A la gente en general, y a los
laicistas, ateos, agnósticos y otros animales de mal vivir se les olvida León
XIII y la doctrina social de la Iglesia, pero la Iglesia no se esfuerza en
recordar la realidad y en actualizar ese mensaje. Ya nadie trabaja doce horas
al día siete días a la semana, como cuando la revolución industrial, pero de
todas las plazas y mercados del orbe católico debería colgar un mensaje
contundente y neto del Vaticano y de sus representantes locales sobre la actual
catastrófica situación.
No llega a nosotros, si es que se
ha producido, cosa que imagino, el mensaje de Rouco Varela, y de todos los
roucos del mundo, defendiendo a los desahuciados, pidiendo un juicio rápido y
justo para los políticos corruptos y para banqueros o poderosos en general que
se han llenado los bolsillos mientras se producían EREs a doquier.
Y no debería bastar simplemente
la condena verbal y general en documentos oficiales pasados a la prensa vía fax
o correo-e, debería la cúpula católica llamar a las cosas por su nombre y poner
nombres y apellidos a la injusticia o señalar con el dedo acusador conductas
impropias, escandalosas e inmorales y movilizar a la sociedad en apoyo de la
justicia. De acuerdo en que la Iglesia debe oponerse al aborto o al matrimonio
gay –ojo, lectores, no se me lancen al cuello: hablo de la Iglesia, no me
refiero al Estado- pero hay infinidad de situaciones despóticas, crueles y
cotidianas en la que Roma debería coger el látigo, fustigar a los poderosos y
echarlos del templo.
La Iglesia no tiene por qué
renunciar a su tradicional moralidad, sino añadir fuerza, firmeza, acierto,
puntería y ciertas dosis de radicalismo a su visión social. El objetivo de un
cristiano debe ser ganarse el otro mundo pero los católicos no debemos olvidarnos
de éste, si el espíritu divino debe poseernos no debe ser a costa de dejar de
lado que el hombre es un ser material que sufre y padece… en la tierra.
La dimisión del papa ha roto
clichés anclados en seis siglos de antigüedad; el próximo papa debería romper
clichés durante su pontificado, sería bueno que fuese más terrenal…, lo que no
tiene que significar que olvide la espiritualidad.
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