Soy católico, sea dicho en voz
alta a ver si se entera el ensotanado y amargado crítico que tanto me lee, y
tantas cartas al director me escribe, sin haber comprendido lo que lee, así que
ando esperanzado con lo que vaya a pasar con el nuevo Papa... aunque antes me
gustaría enterarme de las razones de la dimisión de Benedicto XVI y de algunos
cambios habidos posteriormente en puestos claves del Vaticano. ¿Por qué a los
mortales se nos hurta tanto conocimiento de la realidad de la que formamos
parte y nos interesa?
De mis limitaciones como
cristiano y como simple ser humano surge una enorme cautela al hablar sobre el
nuevo Papa, sus características, habilidades y cualidades, pero no puedo dejar
de expresar mis miedos, deseos y anhelos. Tómese pues lo que voy a decir como
una muestra más de mis escasas cualidades y numerosas limitaciones.
Son hombres, tanto los cardenales,
la curia vaticana entera y hasta el Papa son, será, hombres, sometidos todos a
las limitaciones que esta pesada circunstancia acarrea. Sin duda la Iglesia ha
cometido errores, grandes pecados incluidos, que le han costado graves críticas
y le ha privado de grandes y buenos seguidores y de sus aportaciones
intelectuales y morales. Quisiera que el nuevo Papa aprendiera de tantos
errores, quisiera que sin retroceder un ápice en tantas cuestiones morales
básicas, aún yendo contra la relajada moral social, aborto, por ejemplo,
oyéramos con más frecuencia, más insistencia y mayor potencia la voz de la
Iglesia clamando contra las injusticias sociales que en estos tiempos amargos
nos están asediando.
No sólo quiero oír homilías
contra la envidia o hermosas teorías sobre la caridad, quiero oír los púlpitos
bramar contra la ambición de poder de los políticos, contra los alcaldes,
presidentes de Diputación, Diputados o Procuradores que creen que su trabajo merece
llevarse a casa un sueldo mil veces mayor que el sueldo medio; quiero que los
representantes de la iglesia en cada parroquia, en cada diócesis y en cada país
arrojen venablos contra los partidos que esconden la cabeza -lo vemos
cotidianamente- ante los casos de corrupción; quiero que la Iglesia proclame la
insana maldad de los banqueros que admiten ayudas públicas mientras pagan o
reciben indemnizaciones de millones de euros; quiero que los representantes de
Dios en la tierra se manifiesten contra la injusticia de los desahucios; quiero
que la Iglesia, mi Iglesia, esté más cerca de los padres de familia que sufren
despido, de los desesperados, de los desheredados, de los desprovistos de todo.
Sé que mi visión es pequeña,
pacata y parcial, sé que quienes soportan sobre sus cabezas la herencia de San
Pedro sólo son seres humanos con una gran carga sobre su sus hombros... pero
también sé que no sería poca cosa que se lograra algo, sólo algo, de lo que
pido.
Y una vez dicho todo esto.... ¿Puede alguien
aclarar a toda la cristiandad y en roman paladino por qué el Papa ha abandonado
la misión que le había sido encomendada y que había aceptado? ¿Qué misteriosa
razón envuelve todo?
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