Miren, sólo he leído el titular y ya se me ha puesto la piel
de gallina: “La izquierda española rinde homenaje a Chávez y apoya el proyecto
bolivariano”. Ahora que Madrid quiere
homenajear a Margaret Thacher poniéndole una calle nos sale la izquierda con
éstas. Con las de siempre. Con Castro, vaya. Y con ese coreano del norte de la
cabeza rapada.
Y aclaro que hablo sólo de cierta izquierda, la de los
acosos, la que aplaude en el Congreso los alborotos, la que como no gana en las
urnas quiere ganar en la calle. No, esta vez no me refiero esencialmente al
PSOE, aunque algunos de ellos, pocos, cometan la insensatez de aplaudir a los
acosadores.
Esa otra izquierda, la que toda la vida ha apoyado la
dictadura cubana pero que ponía el grito en el cielo con la de Chile o
Argentina, es la misma que quiere homenajear a Chávez, ese señorito que paseaba
por las calles a ritmo de “exprópiese, exprópiese”. El mismo que en un discurso
de cuatro horitas de nada mezclaba a Jesucristo, besos al crucifijo incluidos, con
Marx, Bolívar y Obama.
Me imagino yo a la crème de la crème de esa sociedad
izquierdosa haciéndose rociar de agua bendita –vade retro, Satanás- si al bueno
de Zapatero se le hubiera ocurrido en su momento dar cuatro loas a la religión.
Ah, pero a Chávez, el del golpe militar para acabar con la democracia, se le
puede permitir todo porque habla en nombre del pueblo humilde y desvencijado
por los poderosos. Tengo yo para mí desde hace tiempo que si en España saliera
un partido de derecha dura que enarbolara la bandera de los desheredados, de
los pobres, de los abandonados… se le votaría en masa y se le aceptarían muchas
de sus pretensiones… hechas en nombre de los golpeados por los dueños del
mundo. Esos mismos objetivos en el PP actual serían rechazados porque “ya se
sabe que éstos son unos señoritos ricos, pudientes y cavernarios”.
Todo es cuestión de manejar lenguaje, que es lo que permite
a ciertos artistas defender la democracia y a Castro –o Chávez- al mismo
tiempo. Las palabras son fácilmente moldeables, transformables y manipulables. Y el mismo hecho puede ser
defendido o atacado según con qué publicidad haya sido presentado previamente. Se
le llama demagogia, no se olvide que las juventudes democráticas de un partido
de izquierdas se han apuntado en masa a defender las conquistas -democracia,
libertades- de un país lleno de hombre libres como Corea.
No obstante, y manteniendo todo lo anterior, no dejo de ver
comprensible el amor de esa izquierda por un hombre que desde su despacho
cerraba toda televisión que no le fuera afecta. A esa izquierda la idea “le
pone” mucho, y perdón por el estúpido modismo. Televisión única, pensamiento
único, ¿a qué me recuerda?
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