Generalmente mi vecina era
elegante y vanidosa, siempre excesivamente maquillada y demasiado perfumada.
Sin embargo tenía la mirada más basta que jamás había visto. Era necesario ser
muy valiente para mirarle directamente a los ojos. Ni siquiera sé de qué color
eran, tal vez negros… muy oscuros en cualquier caso.
Era rubia, con una melena rizada
que le caía a lo largo de la espalda. Tenía unos hombros demasiado anchos y
unos brazos demasiado fuertes, siempre supuse que de más joven había practicado
habitualmente la natación Pero aunque u aspecto en conjunto era desagradable y
un poco amenazador ella era una gran persona. Si alguien tenía un problema ella
era la primera en ofrecerse y preguntar en qué podía ayudar. De hecho hasta nos
hicimos amigas, salimos varias veces de compras e incluso intercambiamos esos secretos
íntimos que se cuentan las buenas amigas.
Hace un año le pedí el favor de
abrir la puerta de mi casa a un fontanero que venía a arreglarme la caldera del
agua caliente. Yo tenía que salir urgentemente a la estación a recoger a mi
novio.
- Pero no llames a nadie, mujer,
si mi marido te lo arregla en un periquete, es a eso a lo que se dedica –me dijo
¡Su marido…! Yo jamás había visto
a ningún hombre salir o entrar de su casa…
- Bueno –acerté a decir- no me
gustaría molestarle ni causarle trastorno
- No te preocupes, vete sin
problemas, en menos de una hora ya lo tienes solucionado todo, verás.
Mi novio iba a llegar de un
momento a otro, yo ya debía estar en la estación, no tenía tiempo de andar
dudando, así que salí disparada a la estación. Cuando ya estaba llegando sonó
mi teléfono: “Cariño, no tengas prisa, ha habido problemas y nos queda todavía
una hora de camino”
Volví a casa con algo de
malhumor, subí los dos pisos sin ninguna prisa y nada más abrir la puerta me
encontré con mi vecina que estaba arreglando la caldera. Llevaba pantalones
cortos y una camiseta de tirantes. Sus brazos llenos de vello, sus piernas
musculosas y sus asquerosamente visibles glúteos no me dejaron duda: la peluca
rubia que descansaba sobre la lavadora era suya.
Él se echó a reír, yo me he
enrolado en el ejército.
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