Cuando uno se pone a escribir ha
de saber cuándo callar, siempre es mucho más lo que se ignora que lo que se
sabe. Yo, de leyes, por ejemplo. Este pobrecillo escribidor sabe lo que está
bien o mal, lo que le gusta o lo que no le gusta… pero no siempre sé lo que es
legal o no, que es otra cosa. Así que en ese terreno, como en tantos otros,
mejor no meto la zarpa.
Llevo casi diecinueve años
escribiendo en este periódico y el lector habitual -gracias- sabe ya a estas
alturas por dónde respiro, con qué ideas simpatizo y qué ideologías me son
menos atractivas. Así que ni se me enojen ni toquen la alarma cuando acaben de
leer el presente artículo.
Hablo -escribo- de esa publicidad
que durante unos días he oído cada mañana a la hora del desayuno. Que qué bueno
es el alcalde que nos lleva de excursión. O qué bueno es que no nos sube los
precios por vivir en Palencia. Gracias, machote. Desde el escepticismo, y entre
galleta y sorbo, me preguntaba a qué venía esa publicidad. Hombre, también me
preguntaba si era legal, lícita y legítima.
No, no tengo todas las
respuestas, perdón por mi lamentable ignorancia, pero había algo que me parecía
evidente: No era institucional pues no hablaba en favor del ayuntamiento sino
del alcalde; no hablaba de lo bonita que es nuestra ciudad sino de lo bonito que
es el alcalde; no hablaba bien de Palencia sino del PP. Para este atento oyente
parecía publicidad pagada por el ayuntamiento en favor de una parte del
ayuntamiento. Si eso es legal o no lo dirán los tribunales de justicia pero muy
guay no parece.
Pero esto es algo que se ha
estado haciendo habitualmente aunque con menos desfachatez. Sucede cada vez que
una institución emprende una obra y pone un cartelón en el que la información
(no demandada) importa mucho menos que los logos institucionales. Quizá sólo es
cuestión de saber administrar en las proporciones adecuadas discreción y cara
dura…
A mí -pobre desconocedor de los
entresijos políticos- por una parte me parece sonrojantemente poco ético,
aunque a lo mejor uno debe aceptarlo en un país en que los sindicatos aplican a
sus trabajadores las leyes de despido que critican, en el que los políticos
reciben en mano billetes de dinero sin sonrojarse o en el que la ley electoral
manipula las elecciones con el consentimiento del electorado. Y perdón por la
redundancia, naturalmente es intencionada.
La desfachatez de algunos
políticos, Belén Esteban, el informe Pisa… marca España.
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