Enero soliviantado se cubre de
nubes de malos propósitos. Se agolpan a empellones, echando a las demás para
hacerse sitio, disputando cada metro de horizonte por llegar las primeras.
Desde arriba Palencia parece pequeña e indefensa, un borroso espacio de luz a
medio camino entre Cerrato y Tierra de Campos. Por la noche la vida se refugia
en casa buscando fuerzas para el día siguiente.
foto www.raulpalencia.blogspot.com |
De momento la paz no cede y sólo
sopla un leve airecillo que arrastra hojas y acuna las ramas más débiles y
alejadas. Para los que prefieren la tormenta a la helada el momento es ideal
para pasear y ventilar propósitos e intenciones, consintiendo a la cabeza vagar
al lento ritmo de los acontecimientos nocturnos. La hora es dulce y una ventana
abierta muestra al parque murmullos familiares, explicaciones en torno a la
mesa y una caricia fugaz.
Las nubes se dan codazos y se
animan mutuamente, ninguna quiere ser la primera pero al final la más joven se
alborota y deja salir un relumbre que ilumina un santiamén el parque. Enseguida
otras la copian y se establece un diálogo de truenos perezosos y graves que en
ronca tormenta de ideas debaten cómo pasar la noche. Un rayo centellea y le
responde un trueno de voz imponente; al otro lado una nube obesa no se calla y
reclama con voz chillona, coros grotescos subrayan por lo bajo la disputa
sustituyéndose unos a otros, imponiéndose, empujándose todos para hacerse sitio
en la noche. Huele a lluvia, se siente venir, y eso que el Carrión, que suele
ser chaval reposado, corre como adolescente henchido. Una pareja, que cruzaba
queriéndose, aprieta el paso a pesar de que no tiene prisa. De pronto ella se
para, pide más y él se lo da en la boca.
foto www.hinojal.arrakis.es |
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