Esto del referéndum chapuza en Crimea nos lo vamos a tener
que tragar con un vasito de agua para que pase mejor, pero no nos va a quedar
más remedio que callar y aguantar. O en el mejor de los casos volver a cocinar
y a calentarnos con leña. Con lo sabrosa que está la ducha con agüita caliente.
Como nadie está por repetir la torpeza de las anteriores
guerras mundiales, Amén, Jesús, esto no hay quien lo mueva. Empiezo a sospechar
que el mundo terminará por ser de estas potencias que bajo una ligera pátina de
disimulo democrático usan la fuerza de sus líderes y de sus partidos,
generalmente poco honestos, poco libres y poco democráticos, para hacer de su
capa un sayo. Empiezo a sospecharlo y empieza a dolerme la cabeza. Pero, a los
hechos me remito, todo apunta a que Europa y Estados Unidos se tendrán que
comer este sapo casi sin rechistar.
Porque rechistar es todo lo que ha hecho la Unión Europea,
dependemos no exclusivamente pero sí en gran medida del gas ruso y el invierno
europeo es largo y oscuro. ¿La guerra? Ni se nombra. Es lo que tienen los
grandes liderazgos, que se imponen por cataplines a los demás. Permítanme,
amigos lectores, que les recuerde mi teoría de que con el paso de un par de
generaciones todos terminaremos por ser chinos o musulmanes. Añádanle ahora la posibilidad
de que nuestros nietos sustituyan el inglés por el ruso como “lingua franca”
para el comercio y las relaciones internacionales.
Las democracias lo tienen peor, los liderazgos son siempre
discutidos, el poder está fragmentado y los límites legales muy definidos. Ah,
y el temor a usar los cataplines como arma de disuasión masiva, muy generado.
Ninguna democracia sana, a la europea, se habría atrevido a llevar a cabo una
anexión de parte del territorio de otra nación.
Al final, lo de los cataplines funcionará; es cuestión de pocas
dudas, ninguna tibieza y dar con el zapato sobre la mesa mientras las
democracias se lo piensan, se reúnen, lo consultan, estiman, opinan y emiten un
comunicado de condena. Eso sí, la minorías, étnicas, culturales, lingüísticas,
sociales, sexuales, lo llevarán crudo. Yo también quiero ser ruso, si los demás
rusos me dejan gobernar a mí y a todos los de mi pueblo. Al tonto le ponemos de
ministro para las minorías y ya está.
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