Para sus planes de secesión Artur
Mas contaba con la ineficacia de Rajoy, con la colaboración de cierta prensa
subvencionada y con la desidia de millones de catalanes que sintiéndose
españoles preferían encogerse de hombros y no significarse en contra de una
población que dominaba abrumadoramente por su presencia social. Siempre se
movilizan mucho más aquellos que quieren cambiar el estatus quo que quienes
desean mantenerlo, esto vale también para aquellos que hablan de lucha social,
de revolución o de lucha de clases.
Si la predominancia que las
gentes de izquierdas tienen en los movimientos vecinales se trasladara a las
urnas el dominio de IU en las Cortes sería abrumador. Digamos, y pongan ustedes
todas las excepciones que deseen, que las derechas son conformistas, menos activas
y bastante más pasotas. Pudiendo estar en el sofá viendo a Kiko Rivera para qué
ir a las barricadas. Que se lo den hecho.
Así pasa en Cataluña, una
inmensidad de ciudadanos sale a la calle cuando hay que manifestarse por la
independencia, pero muchos millones más se quedan en casa… ¿No opinan, son indiferentes
o sólo conformistas? Como Rick, en “Casablanca”, ¿se acomodan a lo que venga? Ésa
era la principal arma de Artur Mas y sus playmobil independentistas, los que no
dicen nada, esa mayoría silenciosa, los que se quejan pero no mueven un dedo
para defender sus ideas, sus proyectos, los que resoplan mientras ven el
telediario pero luego no van a votar. Si ustedes me lo permiten: Todos aquellos
que yéndose a la playa el día del referéndum del actual Estatut facilitaron que
una minoría del censo electoral aprobara lo que era competencia de todos.
Yo he echado mucho tiempo de
menos que la sociedad catalana y española se movilizase, saliese a la calle a
decir que también cuentan, que también opinan, que no van a conformarse. Con
esta desmovilización los independentistas lo tenían fácil, se oye más a cien que
pitan el himno que a cien mil que lo respetan. Pero algo parece que está
cambiando, para algunos hay cosas tan importantes que no pueden ser dejadas en manos
de los políticos, hay catalanes que se han hartado ya de la manipulación de las
teles sectarias, de los periódicos subvencionados y de los políticos que gastan
miles de escasísimos euros en promocionar sus tesis partidistas. Para echar un pulso a los independentistas ha
nacido “Societat civil catalana”.
En solo una semana ha logrado ya
cinco mil adhesiones. Empiezan tarde, cuando los contrarios llevan años de
ventaja propagandística, pero empiezan fuerte. El 23 de abril se van a
presentar en sociedad en el teatro Victoria de Barcelona. Hace falta valor. Incluso
se han atrevido a convocar una manifestación en Tarragona para el once de
septiembre, la diada, a las 18’08 horas… ¿Observan los lectores qué año sale de
esa cifra? Puesto que quien tiene que intervenir no lo hace, la sociedad civil
catalana se pone en marcha, supliendo su puesto, denunciando la inactividad.
Se echan números económicos para
ver si conviene o no la independencia, se alude a Europa y a la pertenencia o
no de la nueva nación a las instituciones europeas, pero por encima de números
y conveniencia la permanencia o la independencia son patrimonio de los
sentimientos y de los afectos. Y éstos se llevan manipulando, echando miseria
en los corazones catalanes, desde hace años sin que nadie, absolutamente nadie,
haya tomado nota y maniobrado en sentido contrario. ¿Desidia o desinterés? ¿Dejadez
o pereza? Son años de abandono, pero los catalanes no catalanistas por fin se
han puesto las pilas. Adelante, la democracia no es sólo cuestión de urnas.
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