No soy especialmente monárquico, pienso más bien que tarde o temprano acabaremos en la tercera república, aunque entre decrépitos monárquicos y bolivarianos comunistas nos estén acercando a la segunda.
Si alguna vez he defendido la monarquía, llevo veinte años escribiendo, es sin duda porque me gusta la estabilidad más que una tiza a un niño. Claro, el salto en el vacío que supone la renuncia de un rey y el nombramiento de otro también genera inestabilidad. El caso es que nunca nadie hizo tanto por la república como algunos, y enfatizo el indefinido, miembros de la casa real.
Dice el juez Castro, que lleva el caso Nóos, que ve hiriente que la infanta Cristina no esté imputada por más delitos, compartiendo de este modo el criterio del ex socio de Iñaki Urdangarin, Diego Torres, de que su mujer ha recibido un "trato desigual" en relación con la hermana del Rey Felipe VI.
Más allá de las trifulcas propias de los tribunales, en las que prima el "Sálvese el que pueda", quienes tienen tanto empeño en defender la monarquía deberían ser los primeros en exigir trasparencia y equidad en estos procedimientos, requiriendo al sistema que la Justicia sea igual para todos los ciudadanos. En caso contrario, estos monárquicos darían un paso más, otro, en contra de sus intereses y de la pervivencia de la monarquía, acercando el reinado de Felipe VI a su precipitado fin.
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