Queridos amigos, esta semana ha sido especial, estoy muy contento, como
todos ustedes, imagino, porque el pasado lunes ha sido nuestra fiesta, la
fiesta de Castilla (bueno, “y León”) y lo hemos celebrado como de costumbre…
Yo empecé por un buen desayuno castellano. Las fiestas deben conocerse
desde el principio y yo empecé el día con abundantes frutos de la tierra, mira
que tenemos calidad y cantidad abundantes en esta tierra de Dios. Desayuné con
calma, saboreando con delectación cada producto, y cuando acabé me puse la ropa
de las fiestas, la de los días grandes, y salí a las calles a unirme a las
celebraciones masivas.
Efectivamente calles y plazas estaban llenas de ciudadanos alegres y
reivindicativos, orgullosos de ser castellanos y que habían decidido manifestarlo
públicamente y reclamarse como tales. Como saben, la mani, en la que vi a
muchos de ustedes, estaba encabezada por nuestras primeras autoridades
políticas, sociales y culturales, que portaban pancartas reivindicativas y
nuestra bandera castellana de color carmesí. No quiero que se me olvide el
papel preponderante de los sindicatos de trabajadores que, al igual que hacen
en otras regiones, se sumaron alegres, felices y dicharacheros a la
reivindicación popular. Sin el compromiso explícito de nuestras autoridades y
sindicatos el lunes pasado habría sido una jornada vulgar, intrascendente y
apagada, como cualquier otro día.
Miles y miles y miles de palentinos, venidos de todos los rincones de la
provincia y de la emigración al extranjero y a otros lugares de España se
sumaron al acto, demandando una mayor presencia de Castilla en las
instituciones, y solicitando que los intereses de Castilla tengan un mayor peso
en las decisiones de los gobiernos de la nación, protestando civilizada y
pacíficamente contra el injusto y antidemocrático concierto económico del País
Vasco, que tantos puestos de trabajo, tanta emigración y tanto dinero cuestan a
Castilla.
Como ustedes recordarán, tras breves parlamentos de algunos alcaldes de la
provincia y del presidente de la Diputación, en los que tras homenajear a los
comuneros de Castilla, se quejaban de las ventajas políticas que el actual
conflicto con los independentistas va a aportar a Cataluña, se abrió la parte
lúdica de la gran jornada que vivió Palencia el lunes pasado. La multitud se
dispersó por los diferentes lugares de ocio dispuestos por asociaciones
sociales, culturales y vecinales de toda la región que prepararon juegos
tradicionales castellanos destinados tanto a los niños como a jóvenes y
mayores.
Parques y jardines, plazas y calles, bares y restaurantes, comercios
pequeños y grandes superficies presentaban ornamentación de ambiente castellano
y palentino, con ingeniosas alegorías a nuestra fiesta comunera y radicales
reclamaciones a las autoridades nacionales. A todos nos llamó la atención la
pancarta repetida a la entrada de casi todos los lugares públicos pancarta previamente
acordada por partidos, sindicatos y responsables políticos, y que decía:
“Nosotros somos castellanos pero queremos ser tratados como si fuésemos
nacionalistas”.
Según iba cayendo la tarde decenas de miles de personas se acercaron al
monumento a los comuneros, ya saben, en la calle Maldonado, en el barrio de Pan
y Guindas, donde tras la ofrenda floral a los héroes comuneros se entregaron
los premios de los juegos habidos durante la mañana, los más celebrados fueron
los vencedores de la tanga, los bolos y calva que fueron largamente ovacionados
y jaleados por los presentes.
Y así, señores trascurrió nuestra fiesta regional… como ustedes pudieron
comprobar al día siguiente la prensa nacional, todos los periódicos y todas las
teles llenaron sus secciones más importantes con impresionantes reportajes de
lo ocurrido en nuestra ciudad… Nada de hablar de Sant Jordi, ni conflictos independentistas
ni rosas ni libros. Solo las informaciones sobre la fiesta castellana coparon
todos los informativos nacionales.
Hala, señores, les dejo que estoy oyendo un estrépito que… debe ser el
despertador, , vaya horas… hasta la semana que viene, amigos.
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