Los políticos se insultan siempre,
el insulto es un arma habitual en sus bocas. Son una pésima representación de
la pésima educación de esta pésima España, donde no ya un insulto sino una
blasfemia grosera, rotunda y sonora (esa que está usted pensando) es concebida
como una expresión viril, varonil. ¡Con lo machote que soy yo!
Hubo un tiempo en que yo esperaba
que la izquierda limpia e inmaculada nos diese ejemplo frente a una derecha
torpe, ladrona e irreverente. Por eso me hice de derechas, porque la derecha ya
no me puede defraudar, no me puede defraudar como lo ha hecho la izquierda
basta, ordinaria, vulgar, zafia. Y también mentirosa y ladrona, como ha quedado
suficientemente demostrado.
Esta izquierda sanchopancesca que
padecemos debe ser sustituida inmediatamente por otra izquierda sana, no solo
porque la actual nos ha intentado vender a los independentistas, sino también por
su cochina adicción al sexo oral, al sexo hablado quiero decir, a las
marranerías que deberían ser vergonzantes y que para ellos sin embargo son
muestra de jovialidad, de intrascendencia, de modernidad, de ser guays.
Hace tiempo Doña Carmen Calvo
Poyato, hoy vicepresidenta del gobierno, nos decía que desde el baño hablaba “con
alcaldes en bragas”. Como si eso significase ser mejor ministra, mejor persona
o… ¿qué? ¿Qué se sentía tan torpe señora? Pasando por encima de la dudosa
sintaxis de su frase -¿Tenía que estar en bragas el alcalde o ella?- ¿qué añade
a un político este tipo de expresiones? Quiero decir ¿aparte de la vulgaridad
qué les añade hablar así? ¿Por qué alardean de su zafiedad? ¿Por qué en España
está bien visto ser basto, ordinario y barriobajero?
Hoy otra ministra nos habla de la
derecha trifálica. ¿Por qué esta obsesión de la izquierda con el sexo? ¿No
había otra manera de denigrar a la derecha? ¿Esos son todos sus argumentos? ¿No
se parecen excesivamente a la Iglesia de los años sesenta? Se insultan, se denigran,
se ofenden, hemos aprendido a aceptarlo como si fuese normal, como si fuesen
normales, como si no se llevase ser correctos, como si estuviese mal visto ser medianamente
educados. El falo y las bragas como argumento para recabar el voto. Pobre
español.
Otra España de debe ser posible, pero nos haría falta otra
derecha y otra izquierda. Con miras más altas. Que no fuesen gilipollas. Y
ladrones. Y mentirosos.
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