Palencia es una emoción:

26 octubre 2007

Rajoy, Al Gore y la pereza mental

Uno se teme lo peor respecto al cambio climático sin ser minimamente experto en el tema. Quizá porque ser pesimista es algo que se me ha dado bastante bien a lo largo del tiempo que llevo observando la vida social y política, sospecho que nos la están liando, que lo del deshielo va a ser verdad y que las islas del Pacífico van a terminar devoradas por la subida de los mares. No niego que en quienes defienden a capa y espada estas teorías no haya dosis de demagogia, exageración o catastrofismo, por ejemplo, o que se aprovechen de ciertos indicios de racionalidad para asustar al personal, especialmente al personal que dirige la marcha de la sociedad. Como el 99’99 % de los ciudadanos carezco de la posibilidad de demostrar científicamente si lo que dicen es verdad o mentira, simplemente me apunto a que en general tienen más razón que un santo porque me encaja con lo que veo y el mundo que me rodea. Así, sin más precisiones.

Sospecho que una inmensa mayoría de ciudadanos tiene la misma percepción, no se trata de catastrofismo, sino de dudar de la inteligencia y racionalidad el comportamiento del ser ¿humano? en sus tratos con la Naturaleza. Cuando vemos esas ciudades industriales polucionando masivamente (ésta es una palabra que se ha dejado de usar, no sé si superada u olvidada por el paso del tiempo), cuando vemos kilómetros de costas bañadas en petróleo, cuando vemos lo ocurrido en Chernóbil y otros lugares (Y peor, cuando no lo vemos y nos lo tememos) nos maliciamos que el mundo va mal y que algo de razón llevará Al Gore, tal vez porque si el río suena agua lleva y porque algo tendrá el agua cuando la bendicen.

Lo malo de todo esto es que ya no puedes defender inocentemente una posición al respecto. Significarte en apoyo de cualquiera de las dos teorías implica, desde que Rajoy “rajara” más de la cuenta, que se te va a clasificar, quieras o no, en clave de política nacional. Sospecho, no es más que una teoría personalísima, que millones de personas que no tenían una posición firme y definida acaban de adoptar la que más le interesa... ideológicamente. No en vano en España estamos acostumbrados a un enorme borreguismo mental que nos lleva inmediatamente a apoyar cualquier teoría que manifieste públicamente “nuestro” líder respectivo. La bandería y el partidismo que todos vemos a nuestro alrededor implica una enorme disciplina mental del españolito, complementaria y compañera justificante de la pereza que da pensar por cuenta propia. Se trate de lo que se trate nuestro líder, nuestro amo y señor, tiene toooooda la razón. Hable de lo que hable, fútbol, toros o medio ambiente. Tiene, digo, tanta razón como perversamente equivocado está el bando contrario, hable de lo que hable, sea baile moderno, tabaco o tráfico ferroviario.

En un país en el que la independencia mental está en peligro de extinción, defender las tesis de Al Gore, o cualquier otra con el más leve parecido superficial, casi lleva aparejado desde hace unos días que te clasifiquen en un sector ideológico de nuestra sociedad y sufras el rechazo o al menos las críticas de la otra parte. Y viceversa.

¿No da pena saber que esto viene a ser casi algo inevitable para una mayoría torpe de ciudadanos? ¿Creer que estamos dañando, con mayor o menor gravedad, al planeta significa dar la razón en otras cuestiones ajenas a una determinada bandería política? ¡Señor, qué pereza mental!

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