Palencia es una emoción:

30 marzo 2008

La peli contra el Corán: Ganas de provocar.

Estoy convencido de que nadie que no haya estado enamorado comprende el sentimiento de unión que tienen un hombre y una mujer, nadie que no haya tenido un hijo puede comprender el amor de un padre, nadie que no haya poseído un perro podrá comprender el profundo sentimiento de dolor ante su pérdida.

Nadie que no haya tenido profundos sentimientos religiosos puede comprender a quien vive entregado a Dios, ni siquiera a quien simplemente tiene unas creencias y trata de vivir de acuerdo con ellas. Es harto difícil que una persona que carezca de fe pueda llegar a comprender los sentimientos nobles que hacia la Religión puede sentir un sincero creyente. Por eso con demasiada frecuencia se incurre en la zafia provocación, en el insulto y en el desprecio.

Evidentemente no soy musulmán. Apenas conozco esta religión más allá de lo que nos enseñaban en las escuelas franquistas, no conozco de cerca de ningún adulto que la practique, pero puedo comprender perfectamente los sentimientos nobles de quienes con más sinceridad vivan esa religión. Hablo de la gente del pueblo, de los musulmanes de calle, hablo de la inmensa mayoría de ellos. No, no hablo de Al Qaeda ni de sus fanáticos, como no hablo del visionario diputado holandés que quisiera imponer el cristianismo a punta de bayoneta. Hablo de la gente sincera, sencilla, que se levanta cada mañana para trabajar y adorar a Alá, gente profundamente entregada, infinitamente más que los cristianos, a trabajar y vivir y practicar su religión.

Y en el Occidente cristiano, adelantado, culto, evolucionado, tolerante con homosexuales, con los adoradores de Satán, comunistas, fascistas, con los practicantes de mil religiones distintas, que no discriminamos por raza, sexo o creencias nos estamos confundiendo gravemente con los musulmanes al insultar repetida e innecesariamente sus sentimientos religiosos. Aquella estúpida polémica con las viñetas de un dibujante holandés fue el primer paso. Ah, sí, que decíamos que en nombre de la libertad de expresión el autor puede decir todo lo que sea…, la sacrosanta libertad de expresión… pero en cuyo nombre no deberíamos permitirnos la ofensa, el insulto ni la chabacanería ofensiva a los sentimientos más nobles de nadie porque mi libertad no puede ser mi libertinaje.

No, no estoy defendiendo las tropelías que en nombre de una religión cometen los poderes civiles, no defiendo los medievales regímenes teocráticos de algunos países, no defiendo las discriminaciones sexuales, los castigos físicos a los delincuentes. Estoy defendiendo los sentimientos religiosos, muy nobles y dignos de alabanza de casi mil millones de creyentes musulmanes. ¿Por qué provocar absurdamente otros sentimientos igualmente profundos pero mucho más innobles que también, como todo ser humano, poseen?

No creo en la zapateril Alianza de Civilizaciones mientras no me demuestre algo más que la vaciedad que ha demostrado hasta ahora, pero tampoco creo que en nombre de la libertad de expresión podamos producir un cortometraje que ofrezca una imagen sesgada, interesada, parcial, sectaria y dañina del Islam. Que ofenda a mil millones de creyentes. Mi libertad de expresión termina donde empieza el derecho de los demás a ser respetados, apreciados y valorados.

No creo de momento en la Alianza de Civilizaciones, un invento huero relleno de palabras vacías, pero tampoco creo en el enfrentamiento porque sí, sin más razón que “bah, ésos son sólo moros”. Creo que si hay que convivir, y no tenemos más remedio porque la alternativa es la guerra, debemos evitar provocar innecesariamente y ser provocados vanamente. Sólo los chulos barriobajeros, los que se creen descendientes privilegiados de “la pata del Cid”, superiores, más fuertes, provocan cuando creen que van a salir impunes. A veces se equivocan.

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