España debería estar en la famosa reunión de George Bush. Nuestra economía y nuestro peso político en el mundo son suficientemente grandes para que nuestra contribución, la de nuestros dirigentes, sea conveniente. No me atrevo a decir que sea necesaria ni imprescindible, como sin duda lo son las de Alemania o Francia, pero España, que ha llevado a cabo un asombroso proceso económico con el protagonismo de todos los españoles, debería ser convocada sin lugar a dudas.
Creo que es sobradamente claro que se trata fundamentalmente de una reacción de Bush que ni en su despedida puede evitar que quede clara la opinión que le merece un presidente de gobierno que no se levantó ante la enseña de los Estados Unidos. Zapatero alcanzó ese día, cuando no sospechaba lo pronto que iba a gobernar, una de las cumbres de su torpeza. Bush no se ha privado de recordar el papelón del presidente del gobierno español no ya sacando las tropas españolas de Irak, legítima opción de un país soberano, sino animando a otros países a retirarlas igualmente. Otro sumando más para esta adición de errores que da como resultado final que nos cierren las puertas del mundo.
El sectarismo de un presidente, incapaz de ver más allá de sus narices, o de ver la razón nacional más allá de sus razones personales, le impidió entender que con los EEUU hay que llevarse bien casi necesariamente, pero que si alguna vez hubiera que ponerse bordes con el amo del mundo y apretarle las exigencias sería sin duda por motivos más importantes y urgentes que animar a otros a la infantil rebelión antiyanqui. Un George Bush que en su despedida de este cruel mundo de la política ya no tiene nada que perder, ni la más triste votación siquiera, puede hacer de su capa un sayo y empeñarse en que Zapa muerda el polvo por su incompetencia.
Puede que Zapa no llegue a la talla de los líderes del mundo y no deba codearse con ellos, pero España sí debería estar ahí donde se van a tomar las primeras medidas contra esta súbita enfermedad financiera que nos acomete. La voz de España debe ser escuchada, España debería participar en la toma de decisiones porque es parte muy implicada en la situación, hay multitud de empresas españolas con grandes inversiones en muchos países y en numerosas bolsas.
España debe estar ahí, si no lo estamos se debe tanto a la incompetencia de un presidente que nunca ha tenido ni idea de economía ni de relaciones internacionales como a la cerrazón vengativa del presidente Bush, el mismo que engañó a todo el mundo, incluidos importantes líderes universales, para llevarnos a una guerra injusta y cruel con tal de salirse con la suya.
La guinda sobre el penoso papel de un presidente que ha metido a su país en este torpe atolladero la pone su servicio de Exteriores, recorriendo todas las oficinas de sus colegas para implorar, por el amor de Dios, la limosnita de que nos dejen asistir a una reunión a la que deberíamos pertenecer por narices. El ridículo en el que quedas cuando a pesar de tanto esfuerzo no te dejan entrar es mayúsculo. Al tiempo.
Creo que es sobradamente claro que se trata fundamentalmente de una reacción de Bush que ni en su despedida puede evitar que quede clara la opinión que le merece un presidente de gobierno que no se levantó ante la enseña de los Estados Unidos. Zapatero alcanzó ese día, cuando no sospechaba lo pronto que iba a gobernar, una de las cumbres de su torpeza. Bush no se ha privado de recordar el papelón del presidente del gobierno español no ya sacando las tropas españolas de Irak, legítima opción de un país soberano, sino animando a otros países a retirarlas igualmente. Otro sumando más para esta adición de errores que da como resultado final que nos cierren las puertas del mundo.
El sectarismo de un presidente, incapaz de ver más allá de sus narices, o de ver la razón nacional más allá de sus razones personales, le impidió entender que con los EEUU hay que llevarse bien casi necesariamente, pero que si alguna vez hubiera que ponerse bordes con el amo del mundo y apretarle las exigencias sería sin duda por motivos más importantes y urgentes que animar a otros a la infantil rebelión antiyanqui. Un George Bush que en su despedida de este cruel mundo de la política ya no tiene nada que perder, ni la más triste votación siquiera, puede hacer de su capa un sayo y empeñarse en que Zapa muerda el polvo por su incompetencia.
Puede que Zapa no llegue a la talla de los líderes del mundo y no deba codearse con ellos, pero España sí debería estar ahí donde se van a tomar las primeras medidas contra esta súbita enfermedad financiera que nos acomete. La voz de España debe ser escuchada, España debería participar en la toma de decisiones porque es parte muy implicada en la situación, hay multitud de empresas españolas con grandes inversiones en muchos países y en numerosas bolsas.
España debe estar ahí, si no lo estamos se debe tanto a la incompetencia de un presidente que nunca ha tenido ni idea de economía ni de relaciones internacionales como a la cerrazón vengativa del presidente Bush, el mismo que engañó a todo el mundo, incluidos importantes líderes universales, para llevarnos a una guerra injusta y cruel con tal de salirse con la suya.
La guinda sobre el penoso papel de un presidente que ha metido a su país en este torpe atolladero la pone su servicio de Exteriores, recorriendo todas las oficinas de sus colegas para implorar, por el amor de Dios, la limosnita de que nos dejen asistir a una reunión a la que deberíamos pertenecer por narices. El ridículo en el que quedas cuando a pesar de tanto esfuerzo no te dejan entrar es mayúsculo. Al tiempo.
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