Miren, estoy hasta las mismísimas narices de la España del tal Falete. Estoy harto de su omnipresencia en los medios españoles, al menos en los medios digitales. ¿Qué coños ha hecho este orondo marica por la Humanidad para merecer tanta atención de titulares? ¿Qué magnífica obra ha escrito, qué medicamento imprescindible ha descubierto, qué le debe la especie humana? ¿Tanto consumo de basura rosa se realiza en España?
Me importa un comino un personaje que no tendría ninguna importancia en una España que fuera medianamente seria, trabajadora y trascendente, en una España volcada en ser mejor cada día; pero personajetes como Falete y su noviete sobran aún en esta España de charol y hojalata, en esta España de cartón piedra, en esta España más casposa que la de Torrente, esta España postiza, de macarras, de dinero a espuertas y de televisivos paraísos de tetas.
Estos personajes propios de la España de pandereta y sus inmorales, truculentas y sanchopancescas historietas jamás tendrían sitio en una España digna, pero estamos viviendo el negativo de un país sensato, juicioso y meritorio, damos importancia a personajes valleinclanescos, a sucedáneos de seres humanos y los encumbramos a puestos de relumbrón porque estamos tan sedientos de mariconadas, tómese la palabra en el más amplio, lúdico y despectivo sentido, como los romanos estaban sedientos de sangre cristiana.
Que la sociedad, o al menos parte de ella, esté pendiente de este señor no puede ocurrir en un país serio, consciente y preocupado por su futuro y el de sus hijos; esta situación de memos cabe sólo en una sociedad envilecida, con callos en el alma, con la estupidez enseñoreándose de las clases más iletradas, en una sociedad de mentes cerradas, en una sociedad con la sensibilidad enterrada en montones de barriles de cerveza, cubalibres y partidos de fútbol, todos ellos “partido del siglo”.
Si Falete, este enorme pedazo de artista a juzgar por el volumen de su papada, tuviese un aspecto “corriente” (iba a poner “normal”, pero me ahorro las críticas) no saldría ni en la revista de su asociación de vecinos, a nadie le importaría un comino su tendencia sexual, su novio, su falso secuestro ni su supuesta boda anulada. Pero nuestro mundo hortera, zafio y progre está ávido de personajes estrafalarios que nos aparten, bien que sea momentáneamente, de nuestra dolorosa realidad familiar, profesional o económica. Así, en una España amanerada, sensibilizada con lo hortera, lo macarra y lo grotesco, personajillos absolutamente prescindibles ocupan un lugar preponderante en el altar de la Ignorancia, diosa de la actualidad.
Así cantantes, bailaores, diseñadores, cineastas y “enormes” artistas de los que media España no conoce una sola obra de arte forman parte de una realidad artificialmente diseñada por quienes de esto entienden para entretenernos, bien sea por los excesivamente largos ratos de ocio que padecemos en nuestro siglo XXI, compuesto básicamente de parados y millonarios, sea para ocupar ese rato perdido del cansado trabajador entre el primer y el segundo tiempo de los partidos de fútbol, no vaya a ser que den en pensar en lo miserable de sus vidas y la liemos, bien sea para entretenernos durante la publicidad de cualquiera de esas mierdas enlatadas que ofrecen las televisiones españolas, buscando que no nos demos cuenta de cómo nos manejan, cómo nos utilizan y de pronto un día decidamos rebelarnos y echar todo el mundo a la mismísima “M”.
¿Se imaginan ese día en el que descubramos que no tenemos nada de valor en nuestras vidas, que no somos nada, que tenemos que empezar de cero nuestra educación, que debemos construir nuestros valores a partir de cero?
Me importa un comino un personaje que no tendría ninguna importancia en una España que fuera medianamente seria, trabajadora y trascendente, en una España volcada en ser mejor cada día; pero personajetes como Falete y su noviete sobran aún en esta España de charol y hojalata, en esta España de cartón piedra, en esta España más casposa que la de Torrente, esta España postiza, de macarras, de dinero a espuertas y de televisivos paraísos de tetas.
Estos personajes propios de la España de pandereta y sus inmorales, truculentas y sanchopancescas historietas jamás tendrían sitio en una España digna, pero estamos viviendo el negativo de un país sensato, juicioso y meritorio, damos importancia a personajes valleinclanescos, a sucedáneos de seres humanos y los encumbramos a puestos de relumbrón porque estamos tan sedientos de mariconadas, tómese la palabra en el más amplio, lúdico y despectivo sentido, como los romanos estaban sedientos de sangre cristiana.
Que la sociedad, o al menos parte de ella, esté pendiente de este señor no puede ocurrir en un país serio, consciente y preocupado por su futuro y el de sus hijos; esta situación de memos cabe sólo en una sociedad envilecida, con callos en el alma, con la estupidez enseñoreándose de las clases más iletradas, en una sociedad de mentes cerradas, en una sociedad con la sensibilidad enterrada en montones de barriles de cerveza, cubalibres y partidos de fútbol, todos ellos “partido del siglo”.
Si Falete, este enorme pedazo de artista a juzgar por el volumen de su papada, tuviese un aspecto “corriente” (iba a poner “normal”, pero me ahorro las críticas) no saldría ni en la revista de su asociación de vecinos, a nadie le importaría un comino su tendencia sexual, su novio, su falso secuestro ni su supuesta boda anulada. Pero nuestro mundo hortera, zafio y progre está ávido de personajes estrafalarios que nos aparten, bien que sea momentáneamente, de nuestra dolorosa realidad familiar, profesional o económica. Así, en una España amanerada, sensibilizada con lo hortera, lo macarra y lo grotesco, personajillos absolutamente prescindibles ocupan un lugar preponderante en el altar de la Ignorancia, diosa de la actualidad.
Así cantantes, bailaores, diseñadores, cineastas y “enormes” artistas de los que media España no conoce una sola obra de arte forman parte de una realidad artificialmente diseñada por quienes de esto entienden para entretenernos, bien sea por los excesivamente largos ratos de ocio que padecemos en nuestro siglo XXI, compuesto básicamente de parados y millonarios, sea para ocupar ese rato perdido del cansado trabajador entre el primer y el segundo tiempo de los partidos de fútbol, no vaya a ser que den en pensar en lo miserable de sus vidas y la liemos, bien sea para entretenernos durante la publicidad de cualquiera de esas mierdas enlatadas que ofrecen las televisiones españolas, buscando que no nos demos cuenta de cómo nos manejan, cómo nos utilizan y de pronto un día decidamos rebelarnos y echar todo el mundo a la mismísima “M”.
¿Se imaginan ese día en el que descubramos que no tenemos nada de valor en nuestras vidas, que no somos nada, que tenemos que empezar de cero nuestra educación, que debemos construir nuestros valores a partir de cero?
¡¡Qué tragedia, tener que ponernos a pensar!!
1 comentario:
Tu lo que estas es colgao tio, anda ve y toma el sol un ratito y ponte un tapon porque me enterado por ahi que tu eres del gremio.Desgraciado
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