A veces la sociedad da muestras de que está enferma. Un chaval cercena la garganta de sus padres o un loco entra en una discoteca y empieza a disparar a diestro y siniestro. O unos chavales jóvenes, muy jóvenes, queman a una indigente en un cajero por mera diversión. A veces la sociedad da muestras de que está muy muy enferma.
Están juzgando en Barcelona a esos depravados jóvenes que asesinaron a una pobre por simple afán de divertirse. De divertirse con el débil, puro sentimiento de maldad, puro desprecio del desvalido. ¿Por qué hemos sustituido la palabra “pobre” por otras más políticamente correctas? ¿Nos molesta reconocer que en medio de tanta abundancia hay pobres, pobres que duermen donde pueden y comen lo que pueden? Si pueden.
El caso es que mataron a una pobre porque era pobre. Ah, y porque querían divertirse, se aburrían los jovenzuelos. Quizá la tele no ponía nada interesante para ellos, cosa nada extraña por otra parte, o se les había estropeado la videoconsola. A veces la sociedad da muestras de que está enferma.
Y entonces nos ponemos a reflexionar sobre cómo educamos a nuestros hijos. O como no los educamos, no sé cuál será en concreto este caso. No puedo hablar de las responsabilidades legales, que no conozco y que en último caso aclarará el juzgado cuando dicte sentencia. Más allá de la legalidad habrá que pensar en quiénes tendrán la responsabilidad última de lo sucedido, si los chavales o sus padres. O simplemente todos, todos los que formamos esta sociedad consentidora y hedonista, nacida para la irresponsabilidad y para la vacuidad de largas horas de ocio juvenil inconsecuente.
Estamos dando numerosas pruebas de que algo hemos hecho mal, el mundo se hunde, no me refiero a la economía, y nadie parece salir al rescate de una sociedad sin valores morales suficientemente establecidos y firmes. Con unos miles de millones de euros no habrá suficiente, debemos plantearnos qué hay de malo en nuestros sistemas educativos, ver qué debemos quitar y qué debemos añadir. Quizá si nos planteamos corregirnos deberíamos pensar en valores tradicionales que hemos perdido, pongamos que hablo de seriedad, trascendencia, disciplina, exigencia, trabajo, respeto. Y pongamos que nos sobra dinero, autocomplacencia, holganza, protección, altanería, hedonismo, ineducación…
Ah, se me olvidaba recordar que los padres somos los primeros educadores, los primeros responsables, los primeros qué debemos preguntar por qué nuestros hijos son como son. Pero todo ello nos lo preguntaríamos si tuviéramos tiempo e interés suficientes para interrogarnos por la vida.
Pero para qué vamos a preguntarnos, para qué vamos a luchar por la educación de nuestros hijos, para qué vamos a exigirles nada. Es que dentro de un momento van a poner “La Noria” o un partido de fútbol o “Escenas de matrimonio” o “Sin tetas no hay paraíso” y no podemos perdérnoslo, faltaría más. A veces la sociedad da muestras de que está enferma.
Están juzgando en Barcelona a esos depravados jóvenes que asesinaron a una pobre por simple afán de divertirse. De divertirse con el débil, puro sentimiento de maldad, puro desprecio del desvalido. ¿Por qué hemos sustituido la palabra “pobre” por otras más políticamente correctas? ¿Nos molesta reconocer que en medio de tanta abundancia hay pobres, pobres que duermen donde pueden y comen lo que pueden? Si pueden.
El caso es que mataron a una pobre porque era pobre. Ah, y porque querían divertirse, se aburrían los jovenzuelos. Quizá la tele no ponía nada interesante para ellos, cosa nada extraña por otra parte, o se les había estropeado la videoconsola. A veces la sociedad da muestras de que está enferma.
Y entonces nos ponemos a reflexionar sobre cómo educamos a nuestros hijos. O como no los educamos, no sé cuál será en concreto este caso. No puedo hablar de las responsabilidades legales, que no conozco y que en último caso aclarará el juzgado cuando dicte sentencia. Más allá de la legalidad habrá que pensar en quiénes tendrán la responsabilidad última de lo sucedido, si los chavales o sus padres. O simplemente todos, todos los que formamos esta sociedad consentidora y hedonista, nacida para la irresponsabilidad y para la vacuidad de largas horas de ocio juvenil inconsecuente.
Estamos dando numerosas pruebas de que algo hemos hecho mal, el mundo se hunde, no me refiero a la economía, y nadie parece salir al rescate de una sociedad sin valores morales suficientemente establecidos y firmes. Con unos miles de millones de euros no habrá suficiente, debemos plantearnos qué hay de malo en nuestros sistemas educativos, ver qué debemos quitar y qué debemos añadir. Quizá si nos planteamos corregirnos deberíamos pensar en valores tradicionales que hemos perdido, pongamos que hablo de seriedad, trascendencia, disciplina, exigencia, trabajo, respeto. Y pongamos que nos sobra dinero, autocomplacencia, holganza, protección, altanería, hedonismo, ineducación…
Ah, se me olvidaba recordar que los padres somos los primeros educadores, los primeros responsables, los primeros qué debemos preguntar por qué nuestros hijos son como son. Pero todo ello nos lo preguntaríamos si tuviéramos tiempo e interés suficientes para interrogarnos por la vida.
Pero para qué vamos a preguntarnos, para qué vamos a luchar por la educación de nuestros hijos, para qué vamos a exigirles nada. Es que dentro de un momento van a poner “La Noria” o un partido de fútbol o “Escenas de matrimonio” o “Sin tetas no hay paraíso” y no podemos perdérnoslo, faltaría más. A veces la sociedad da muestras de que está enferma.
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