Algunos lectores en sus
comentarios han dejado claro manifiesto de su incomodidad ante mi anterior artículo en el que maldecía los éxitos del deporte español que nos
distraían, interesadamente en mi opinión, de los gravísimos problemas de
España, de entre los cuales la crisis económica siendo el más lacerante no es
el más grave ni peligroso.
A todos nos gustan que nos rían
las gracias y que nos den palmaditas en la espalda, a mí también, pero por una
parte hace tiempo que me resultan innecesarias y por otra si tengo que pagar el
precio de contener la rabia… el negocio no me interesa. Debo añadir también que
me importa cada vez menos, debe ser cosa de los años, que hablen mal de mí… con
tal de que hablen.
Que a diversos lectores les haya
producido urticaria y se vayan con su lectura a otra parte será cosa que me
disguste, sin duda, pero todo tiene su contrapeso en esta vida y otras
compensaciones habrá. No obstante confío en que la bondad y la fidelidad de
alguno de ellos me sirvan para conseguir su perdón.
Pero sí, escribí este artículo
profundamente enfadado, casi rabioso, y molesto por una España que, aún
sintiéndome tan español como cualquiera otro, me produce rechazo, indignación y
asco. ¿Asco? Sí, asco. Quisiera, lo he manifestado en tanto en privado como en
alguna entrevista, aislarme de la contaminación moral de este país al mismo
tiempo que librar de mí a esta sociedad, retirándome a vivir como los
menonitas, los amish de tantas pelis americanas, privándome del contacto con la
modernidad, la actualidad y la inmoralidad. Y como siempre debo añadir que al
hablar de inmoralidad no hablo de religión, aunque ella subyazca
permanentemente.
La actual situación de indecencia
política, con señoritingos que con el permiso y la complacencia de los
gobernantes legalizan diez millones de euros que habían ocultado y que suceda
en medio de seis millones de parados, que suceda cuando los jubilados ven sus
ahorros involucionar, cuando hombres de cincuenta años tienen que vivir de sus
padres y de sus abuelos porque nadie les da un trabajo digno, me produce rabia
profunda y montañas de indignación.
Cuando se demuestra hasta la
saciedad la inmundicia de los principales partidos políticos, consentidores por
lo menos de la corrupción, sin que éstos pasen del “Pues anda que tú”, sin que
pongan remedio, sin tomar una solución definitiva, viable y objetiva treinta
años después de haberse detectado el problema, queda patente para el observador
crítico que es por falta de voluntad, por carencia de interés, por falta de
compromiso, porque si así les va bien a ellos… ¿qué importamos los demás, qué
importa el sistema, qué importa España?
Cuando vivimos asaltados por las
estafas de escándalos bancarios como las preferentes, Bankia o algunas cajas de
ahorros y se comprueba que nada pasa, que sólo es condenada una madre que
compra comida con una tarjeta encontrada (acaba de suceder) es porque alguien
quiere que sea así, al menos lo permite y no lo combate.
Cuando la primera familia de la
nación, si es que seguimos siéndolo, lo que según Zapatero es discutible, se
enfanga en aventuras sexuales ajenas al ámbito familiar, y esto lleva
sucediendo décadas; cuando en esa familia se produce el mismo deterioro amoral
generalizado que facilita el latrocinio es porque esa familia, no puede seguir
presidiendo nuestros actos, sus imágenes no deben presidir la vida pública,
despachos, colegios, ayuntamientos u otras instituciones. La primera familia
debe ser ejemplar o no ser primera familia.
Cuando todo esto sucede y pasa el
tiempo pero nada cambia; cuando la vida pasa y nada se altera en la ruindad y
la barbarie; cuando los sinvergüenzas siguen estando satisfechos; cuando hay
elecciones y se modifica el gobierno pero nada honesto y digno ocurre y los
grandes traidores, desfalcadores, timadores y villanos siguen en la calle
sonriendo; cuando no hay un político de mínima relevancia que haya ido a la
cárcel… me da rabia que media nación babee porque una pelota haya entrado más
veces en la portería de Dinamarca que en la de España… si es que queda España.
Que a ustedes no les gusta…
créanme, lo siento.
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