Hemos de aprender de Italia y
serenarnos sin confiarnos a los más estúpidos del pueblo, aunque seamos
conscientes de que no podemos seguir confiando en los mismos estúpidos de
ahora. Amo Italia, me encanta la cultura y las gentes italianas, pero van a
pagar muy caro el resultado de sus elecciones. Y puede que nosotros con ellos.
Está claro que los estúpidos que
nos gobiernan desde hace años no pueden hacerlo peor, los dos grandes partidos
parecen empeñados en suicidarse. Pueden hacerlo si lo desean pero no antes de
que la ciudadanía haya encontrado por sí misma un relevo válido. Confiar en un
payaso o en un bufón es dejar nuestro futuro en manos de Beppe Grillo o
Berlusconi, a elegir.
La conducta del PP en el caso
Bárcenas es claramente auto inculpatoria, propia de quien tiene algo que esconder.
Las declaraciones públicas de sus dirigentes están llenas de falsedades, medias
verdades y torpezas tan disparatadas que son ofensas al sentido común. Hasta el
más aguerrido de sus militantes tiene la cabeza llena de dudas y reproches. Algo
huele a podrido en la calle Génova, y para el ciudadano harto, embriagado de las
mentiras infantiles del partido y enfurecido por tanta sospecha esa sede es más
la caverna de Alí Babá que la casa de un partido democrático y honrado. Que Bárcenas
les “chulee” ahora, demandándoles por despido improcedente, colabora en el gran
esfuerzo del partido para desacreditarse y convertirse en absolutamente
impopulares. Perfecto camino para el suicidio
Y el PSOE… también está camino
del suicidio. Los devaneos de sus representantes en Cataluña con el
independentismo, las proposiciones de ventajismo político con su federalismo
asimétrico, la ruptura de la disciplina de voto de su grupo parlamentario y las
diversas versiones que el partido hace de España y sus problemas, según la
autonomía donde hablen, hacen de los socialistas poco deseables para gobernar España.
La solución debe ser una y debe ser explicada para todos los españoles de la
misma manera. El PSOE paga sus errores de la época González al haber
desaparecido-voluntariamente- de Cataluña, cediendo su representación a los
seguidores de Pasqual Maragall… ¿Cabe mayor absurdo?
No sé si terminaremos como
Italia, pero sería comprometer más aún nuestra ya grave situación. Sin duda
debemos buscar nuevas soluciones, nuevas propuestas y nuevos gestores, puesto
que los viejos ya no nos sirven, pero nunca debe ser un salto en el vacío.
Debemos aprender de Italia.
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