Casi mil años después San Pelayo
de Perazancas está que se cae. Un primoroso ejemplo del románico palentino, una
de las señas de identidad de nuestra provincia, está a punto de ruina. Lleva
largo tiempo así y nadie parece preocupado por ello, cientos de años de
historia y arte que rodarán por el suelo el día menos pensado. Sólo ahora, al
cabo de tanto tiempo, después de años de mostrar publicamente sus heridas, un
partido pide actuaciones urgentes para evitar su derrumbre…
Los arcos lombardos de su maravilloso
ábside, tan extraños en nuestra tierra, llevan apoyados en unas maderas desde
dosmil ocho; que los inviernos de la montaña hayan sido más respetuosos con él
que los encargados de nuestro patrimonio da que pensar. Cruzar La Ojeda por la
carretera que lleva a Cervera o a Piedrasluengas era pasar delante de una
ofensa de la sinrazón a la cultura. A la Cultura, quiero decir.
Recuerdo haberme sobrecogido la
primera vez que entré, recuerdo haber tenido la sensación de profanar la
intimidad de sus constructores, recuerdo habeme extasiado ante sus frescos
milagrosamente conservados durante casi mil años y que vamos a dejar
desaparecer porque… ¿Por qué? ¿Por qué no nos empeñamos más los palentinos y
los castellanos en general en defender lo que es nuestro? ¿Por qué callamos y
cedemos, cedemos y callamos, cuando se trata de lo nuestro? ¿Por qué dejamos
que nuestro encogimiento de hombros determine nuestro futuro político, cultural
y, dadas las circunstancias actuales, económico?
San Pelayo debe ser conservado
por encima de presupuestos, de despachos y de cargos pagados con sobresueldos o
sin sobresueldos, y debe hacerse por encima de siglas o de ideologías porque es
patrimonio de todos. La humilde ermita de San Pelayo somos nosotros, la
levantaron nuestros antepasados para nosotros pero nuestra actitud mansa,
callada y sumisa permitirá la ignominia de su desmoronamiento. Todo un símbolo
de los tiempos presentes. Todo un símbolo de la historia de Castilla.
Ahora que tanto criticamos, con
tanta razón a veces, a quienes defienden exclusiva y egoistamente lo suyo, ¿por
qué no tomamos prestado su ejemplo, su ímpetu y su decisión sólo durante el
tiempo imprescindible para salvar aquello que nos legaron nuestros antepasados
y nos identifica? ¿Por qué, por una vez, los palentinos no luchamos por lo
nuestro?
La posible ruina de San Pelayo se
convertirá en definición de Palencia y de las autoridades palentinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario