Dice Jordi Pujol que no responde
por sus hijos, que tienen vida propia y que "yo respondo de mí
mismo", todo ello, imagino (perdónenme, no lo he leído, me aburre tanto y
tanto leer sobre este eterno asunto) al hilo de corrupciones de unos y de
otros, presuntas o confesas, ésas que tanto nos atosigan a los españoles y que
tanto nos avergüenzan, ésas que si siempre resultan espeluznantes lo son mucho
más aún en estos tiempos de desahucios, paro y malnutrición infantil en España.
Y todo ello sucede en un país que
propone multar a los padres de aquellos jóvenes que acumulen varios -¿cuántos?-
comas etílicos. Una España que ha abonado la irresponsabilidad de niños y
jóvenes, que se ha cruzado de brazos ante los repetidos botellones de fin de
semana, no se nos fuesen a "traumar" los nenes, o ¡incluso los
facilita con excusas universitarias!, piensa ahora en multar a los padres...
Nos hemos encogido de hombros, en gesto de mayúscula ineptitud, negando la
realidad, poniendo ante los ojos de nuestros descendientes repetidos ejemplos
de irresponsabilidad, de héroes de vida holgazana, de políticos que conducen
borrachos... ¿Y pensamos que la culpa es de los padres?
Ni siquiera es totalmente de los
jóvenes -sí, adultos y primeros responsables de sus decisiones- sino de una
sociedad que ha puesto todo su empeño en reconocerles miles de derechos sin hablarles
al mismo tiempo del compromiso que conllevan esos derechos. ¿Una sociedad
nihilista, vacua, de granhermanos, de belenesteban, de bárcenas y sobresueldos,
de ERE's fraudulentos, piensa que es inocente, que carece de responsabilidad en
la deriva generalizada que toman sus miembros?
No sé si Jordi Pujol es corrupto
o no, no sé si sus hijos, sobre los que pende la sombra de la sospecha, son
corruptos o no... Lo que tengo muy claro es que el expresidente de la
Generalitat no tiene ninguna culpa de las moñas que se pillen sus criaturas.
Que cada palo aguante su vela y que culpas y responsabilidad recaigan en quien
corresponda. Lo sociedad postfranquista ha tenido miedo de sí misma y en un
estúpido movimiento pendular de los que caracterizan nuestra historia ha puesto
muy difícil a los padres responsables el ejercicio de su autoridad, confundiéndolo
con dictadura, autoritarismo y zarandajas semejantes, siempre buscando una
excusa que facilitase la irresponsabilidad, admitiendo como naturales y
aceptables comportamientos vergonzosos.
¿Quién se atreve a multar a un
padre por las borracheras de su inconsciente hijo si la sociedad en la que nos
desenvolvemos admite pulpo como animal de compañía?
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