La Mesa de la Cámara Baja ha
acordado, a propuesta de su presidente, excluir las bebidas de alta graduación
de los precios tasados de la cafetería. Que, sin eliminarlas, limitan las
subvenciones con que premian a sus señorías al beber gin-tonics y otras bebidas
alcohólicas. Les han tocado el huevo pero dejan intacto el fuero.
Que los gin-tonics dejen de estar
tan subvencionados como estaban es una victoria pírrica que simplemente tapa
con un poco de pintura un desconchón en un edificio –el de la honorabilidad de
la clase política española- en el que las profundas grietas sugerirían echar
todo abajo y reedificar.
Lo siento, pero no se me ocurre
ninguna razón por la que los diputados hayan de tener un menú subvencionado. Y ya
que Jesús Posada ha recordado a los medios que las cafeterías de la Cámara no
sólo las usan diputados, sino también funcionarios, trabajadores, periodistas y
visitas, tampoco entiendo que quienes trabajen allí en vez de hacerlo en la
tienda de enfrente, en el hotel de la otra calle o en la obra –de las pocas que
van quedando- de más allá lo tengan. Desengañémonos, si no hubiese diputados,
esos trabajadores no tendrían subvención en su menú, en su café (0’85 céntimos,
oiga) o en sus gin-tonic.
No se trataba del gin-tonic sino
de las subvenciones a diputados por ser diputados en vez de ser labradores, maestros
o chapistas. No, esperen, tampoco se trataba de las subvenciones, sino de la
existencia de todo un régimen de prebendas y favores a quienes se dedican al
antaño noble empeño de la política. Favores y prebendas que empiezan por
permitir que ellos mismos se marquen el sueldo, lo que nos lleva a encontrar
alcaldes y presidentes de diputaciones con sueldos que rayan el latrocinio y
que, siendo todo lo legales que se quiera, no son lícitos en una España con
cinco –o seis, da igual- millones de parados.
No se trata de eliminar la
subvención del gin-tonic o la del café o la comida, se trata de acabar con un
sistema de privilegios –incluidos los jurídicos, económicos, laborales o de pensiones-
que permiten la existencia de dos castas antagónicas y cada día más alejadas en
una misma sociedad, sociedad a la que se exigen unos sacrificios impensables hace
sólo unos años, sociedad en la que el retroceso de derechos sociales y laborales
parece afectar sólo a un grupo de ciudadanos. Se trata de impedir que quienes
deben luchar por las condiciones de vida de los ciudadanos normales tengan
mejores condiciones de vida que los ciudadanos normales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario