Les escribo desde la nostalgia de
una tormenta otoñal a mediados de junio. Los truenos resuenan en la buhardilla
desde la que escribo y sobre mi cabeza veo un cielo de color crisis; me
pregunto si no será una trampa más de quienes han organizado este valle de
lágrimas para hacernos gastar calefacción en junio y luz a las cinco de la
tarde. Somos marionetas doblegadas ante el capitalismo con forma fingida de
nube lluviosa.
Conste que yo de rojo no tengo
nada, hace tiempo que maduré; sin embargo alguna vez habrá que inventar algo
que quite dramatismo a la situación a la que nos han llevado la banca ambiciosa
y empresas que tras exprimir a sus empleados los despiden, al tiempo que los
grandes patrones se jubilan con decenas de millones de indemnización… ¿A cuánto
ascenderá la que cobrará usted cuando le llegue la hora del júbilo? Y no me
olvido de los sinvergüenzas, sindicalistas, políticos o patronos, que nos han
estafado. ¡A reclamar a los que nos gobiernan y han gobernado! Es lo que tienen
las tormentas melancólicas de junio, te facilitan mirar atrás con ira cuando
compruebas las locuras que han cometido en nuestro nombre…
No quiero que este artículo
trascurra por la cansada vía de la crítica repetida, pero me siento timado por
una sociedad que no responde a lo que me prometieron cuando nací. ¡La
publicidad siempre tan efectiva! Leo en un periódico italiano que en Milán dos
personas se han agredido en la vía pública… como consecuencia del excesivo
calor. Los extremos se tocan. Aquí llueve crisis a gusto de unos pocos y en
otras partes los desdichados cuecen su propia infelicidad bajo un sol de
justicia. Nadie está contento con lo que tiene, todos estaríamos mejor siempre
en otro lugar y en otra situación.
A muchos les gustaría irse a
climas menos extremos, pero en ningún sitio atan los perros con longanizas y en
Alemania inventaron los minijobs… otra manera de timar a ancianos jubilados y
jóvenes que nunca se jubilarán, no me digan que no hay que ponerle freno a este
capitalismo pecaminoso y humillante. Siete de cada diez españoles que se fueron
han regresado, no quedan paraísos en los que solicitar asilo, salvo Cuba o
Corea del Norte, pero me molestan los discursos de siete horas a masas
enfervorecidas, condición sine que non para disfrutar las excelencias del
contracapitalismo.
Con las horas la tormenta; la
crisis no, aunque Tajoy empiece, como el Otro, a ver brotes verdes…
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