Ha tenido que venir Europa, ese
monstruo bruselense que según dicen nos quiere hundir, a poner un poco de orden
en esto del fútbol. No, como se verá no soy un apasionado, pero lo he sido.
Ahora mismo, desde siempre, desde su nacimiento probablemente, el fútbol ha
ocupado el mismo papel social que el circo en la época de la Roma clásica.
Cuántas pasiones se esconden bajo el manto del fútbol, cuánta idiocia se tapa
con una capa de fútbol para evitar males mayores.
Con la excusa del fútbol se
salvan muchos momentos de inquietud social, tantas horas derrochadas en torno
al último partido, al último penalti o a la última injusticia. Cuántas
imposibles reuniones familiares se salvan gracias al Real Madrid, al Barcelona o
al equipo local. Qué agradecido deben estar los gobiernos, cuánto dinero
pierden las consultas de siquiatría gracias a las charlas junto a la barra del
bar.
Y cómo se equipara el honor del
equipo local al de la localidad, qué memez, qué gilipollez es el enfoque del
fútbol que se salga de la mera práctica y de la competición entre casados y
solteros. La sanidad mental de muchos españoles, el desinterés ciudadano por
los recortes, por las supresiones de derechos o de servicios encuentra gran
apoyo en el fútbol.
Y lógicamente el fútbol es
correspondido por la sociedad o por quien la representa o dirige con apoyos,
subvenciones, permisos, exenciones y otras zarandajas que nos cuestan
millonadas a los ciudadanos. ¿Por qué he de pagar de mi bolsillo una cantidad
que diputaciones o ayuntamientos otorgan de bóbilis, bóbilis, a equipos que
llevan el nombre de un pueblo o una ciudad… al que apenas apoyan económicamente
unos poquísimos centenares de seguidores? ¿Y luego nos quejamos de las
subvenciones a partidos “ensobrados” o, sindicalistas marisqueros? Que pague el
que vaya, que pague el que quiera, que lo mantengan sus usuarios, conmigo que
no cuenten.
¿Por qué un equipo de fútbol
puede instantáneamente tener licencias o permisos que a empresas cuestan largos
periodos de espera? ¿Por qué pueden permutar terrenos céntricos o cambiar su
licencia de uso a cambio de nada? ¿Por qué todo esto, tratándose de una entidad
estrictamente privada, se hace en nombre de una ciudad, una provincia o incluso
una nación? ¿Por qué estas sociedades anónimas pueden permitirse el lujazo de
no contribuir a las arcas públicas con los impuestos de sus transacciones
mercantiles o por qué no contribuyen a la Seguridad Social en la medida que en
justicia les corresponde? ¿Por qué los españoles hemos de poner de nuestro
bolsillo el dinero que necesitan estas empresas para subsistir, por qué hemos
de apoyarlas, quieras o no, con nuestros impuestos?
Ha tenido que venir Europa, ese
monstruo que según dicen nos quiere hundir, a poner un poco de orden en esto
del fútbol, pero si las comparaciones son odiosas o si alguna vez existen
preguntas inoportunas es sobre todo en este momento, cuando las familias pasan
hambre, cuando hay seis millones de parados, cuando la gente se queda sin casa,
cuando miles de ciudadanos han sido timados por los bancos de las preferentes.
Con mis impuestos, no, oigausté. Si Europa se lo propone y aprieta como debe a
Rajoy y los suyos obligará al gobierno a aplicar la razón, la justicia y la
igualdad de trato que la ley pide pero nadie se atreve a aplicar.
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