No, esta vez no se trata de la
habitual semi depresión prenavideña que me acompaña en cuantito las fechas se
acercan y los hielos caen como tijeras sobre la meseta. La verdad es que eso no
ayuda, salir a la calle con seis grados bajo cero y encontrarte la cencellada
vistiendo el paisaje desanima a cualquiera. Muy bonito si te pudieras quedar
detrás de la ventana viendo pasar ante ti la ciudad vestida de invierno
riguroso.
No, ni siquiera es malo tener que
salir así a trabajar. Debo dar gracias al dios del empleo por tenerlo y porque
mis "clientes" me lo ponen muy fácil. Trabajar sin excesivas
dificultades ayuda a sobrellevar otras circunstancias adversas. Por ahí tampoco
viene mi depresión.
Es España la que me deprime.
También a mí, de manera infinitamente más humilde, me duele España, me deprime
España. Me deprime Belén Esteban y su best seller; me deprime que los sucesivos
ministros de Educación sean incapaces de pactar una ley válida y duradera,
sobreponiendo el bien general a sus intereses partidarios y electorales.
Me duele que la evolución social
de España esté marcada por Telecinco, sus programas para mentes alienadas y sus
comedias casposas, me ofende que España sea una dehesa de Berlusconi, que un
impresentable como él influya tan poderosamente en nuestras actitudes.
Me molesta que mediocres supinos
como Zapatero se apunten al carro de "yo soy como Mandela". Me
molesta que el gobierno que le ha heredado se encoja de hombros ante la nueva
subida de la energía eléctrica en enero, que se mueran los pobres. Y que a todo
ello el presidente de gobierno asista con los brazos cruzados sobre el pecho,
con la misma ineptitud con la que asiste al deterioro de España.
Y me deprime, me aterra hasta
inmovilizarme y me ofende la indiferencia con la que el pueblo español,
supuestamente dueño de su destino, se enfrenta a la situación, dispuesto
siempre a votar, impasible el ademán, a quienes llevan cuarenta años
conduciéndonos al glorioso presente del que disfrutan parados, dependientes o
usuarios de la sanidad o enseñanza. Me rasga el alma que seamos incapaces de
alterar el destino al que parecemos abocados… por muchas urnas que haya por el
medio. Lo llamamos democracia pero España asiste desactivada a las injusticias
contra los suyos.
Desprecio una España que asume
reverente que derecha e izquierda sigan siendo lo que siempre han sido, dinero
confuso por un lado y palos a la Iglesia por otro: Marca España.
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