El hartazgo es tal en el votante
consciente que las próximas convocatorias electorales pueden significar el
final del bipartidismo actual. Los grandes bloques se ven asaltados por nuevas
iniciativas que pretenden cambiar España a partir de los nuevos resultados
electorales. Hay iniciativas para todos los gustos, derechas, izquierdas y
aquellos que se sitúan por encima del actual sistema.
Cuando el elector contempla que
no todos somos iguales ante la Ley o que el actual funcionamiento democrático
beneficia a unos pocos siente hervir la sangre. No basta con que una Infanta de
España vaya a declarar ante decenas de periodistas para sentir la Justicia
correr por nuestras venas; no puede tacharse de populista a quien demanda
nombres importantes en las listas de encarcelados, no puede pensarse que es
populismo pedir que los ladrones devuelvan lo robado. Cuando las Cajas de
Ahorro se han evaporado ante nuestros ojos casi sin responsables, cuando a
trabajadores sencillos se les expulsa de su propia casa mientras los partidos
deben millonadas a los bancos, cuando los electos no responden ante los
electores sino ante sus comités ejecutivos no basta una respuesta simple ante
preguntas simples, hay mucho que cambiar.
Los grandes partidos
tradicionales no ofrecen respuestas pues permanecen cruzados de brazos, con
demagogia barata para captar los titulares del día siguiente; pero no basta con
cambiar unos por otros, no basta el “turnismo” que en otras épocas históricas
nos crucificó, hay que ir más allá y deshacerse de un sistema que es causa de
nuestros propios problemas. La marcha de una nación (¿Somos una nación?) es
evidentemente responsabilidad de sus votantes, pero las trabas que los partidos
tradicionales ponen para abandonar el sistema corrupto recuerdan a las que las
compañías telefónicas o eléctricas ponen a sus clientes para cambiar de
proveedor. ¿No es todo el mismo truco?
El votante español gira condenado
por siglos en torno a la noria del bipartidismo, hollando mil veces el mismo
suelo, representando elección tras elección el papel tonto de pobre manso, sin
jamás llamarse a una rebelión colectiva ante la trayectoria sin escrúpulos de
quienes se benefician del actual sistema. Algo habrá de hacer el dócil votante
para con su pataleta hundir un sistema que consiente la explotación del hombre
por el comité ejecutivo, del hombre por el militante selecto, del hombre por la
clase. Por el político, por el sistema.
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