Nubes como cantos grises, oscuros
y negros cubren los cielos. Llueve intensa primavera y la Ojeda no ofrece
refugio ante el olor exuberante a lilas en floración. La Ojeda, que es la mejor
publicidad de la primavera palentina, empieza suave y sugerente, quizá temerosa
del paseante, para terminar brava y orgullosa a las puertas de Cervera en una
sinfonía de maneras y colores que muestra la hombría de una tierra difícil de
domeñar.
Amayuelas de Ojeda. Foto sacada de su página web |
Dulce y ondulada un kilómetro
atrás, la carretera se ha ido trasformando en ardor de curvas, subidas y
bajadas que encabritan el ánimo. Desde valles y colinas la montaña palentina,
madre coraje de nuestra tierra, ofrece un espectáculo a veces luminoso, a veces
oscuro, todavía salpicado de nieves, que cierra un escenario de verdes y ocres
vivificado por riachuelos a punto de rebosar. Por ellos la savia corre
atropellada, alocada, en busca de una salida hacia la meseta. Llueve primavera
y bosquecillos batidos por la tormenta se agitan nerviosos ofreciéndose generosamente
a los vientos.
De pronto la breve tormenta cesa,
ha sido un suspiro, y vuelve la euforia de la quietud. La Ojeda es calma hecha
para el hombre, es tiempo detenido en el tiempo y paz revestida de silencio.
Cuando los árboles y el viento terminan su diálogo fanfarrón y pendenciero
vuelven los pájaros a sus pláticas barrocas que si bien parecen un soliloquio
sinsentido a ellos vale para entenderse y negociar sus vidas.
Pero estábamos en las lilas. Desde
cualquier altillo se ven lilas enluciendo los campos. La primavera es La Ojeda
y la Ojeda en primavera es olor a lilas. Delante de sillares de muchos siglos o
junto a rústicas casas de adobe las lilas son semáforo que llama a detenerse y
contemplar, a sentir la vida con complacencia y relajación, a esperar y dejar
que caiga el sol, ahora que asoma, gastando abusivamente la tarde en llenarse
los ojos de verde brillante y de ocre esperanzador.
Es la Ojeda, que termina
bravucona y arrogante a las puertas de la montaña. Nubes como cantos grises,
oscuros y negros cubren los cielos; en Cervera de nuevo llueve primavera
intensa pero los soportales ofrecen cobijo a quien sabe recrearse entre sus
vetustas piedras. La vida se desenvuelve a ritmo de ocio y fiesta, que Cervera
es Castilla y hoy es el día de la propia fiesta.
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