El PSOE ya ha pasado por esto y
le salió mal. Elegir secretario general a un diputado semidesconocido y sin un
currículo granado acabó en Zapatero y en la desgracia del PSOE y de España. No
hay quien los conozca a ninguno de los dos.
Cabe darle al nuevo secretario un
amplio margen de confianza aunque el proceso de primarias que acaba de
celebrarse no sirve para conocer la visión de España y de nuestros problemas
que tienen los distintos candidatos; sólo sirve para conocerles superficialmente
y apostar, según quién les apoye, sobre el nombre del triunfador. Hace ya
tiempo he aprendido a relativizar la importancia de las ideologías y a valorar
mejor a las personas que las sustentan. Ideología aparte, Zapatero ha sido un
lastre y el PSOE lo está pagando.
El nuevo secretario general no
sólo se debe enfrentar a la terrible situación económica en que el capitalismo
nos ha sumergido (¿La humanidad que ha puesto un coche en Marte no encuentra
una alternativa entre capitalismo y socialismo?) sino a los problemas
territoriales de España, acrecentados por la estúpida memez zapateril y por la
estúpida ignorancia de Rajoy. La alternativa que apunta el PSOE es una nueva
constitución hecha a medida de Cataluña,
todavía tenemos que saber si somos una nación, una nación de naciones o un
autobús atestado de viajeros que están deseando salir a la carrera.
Me pregunto por qué la torpe
inactividad de Rajoy, por qué nadie, salvo iniciativas privadas, moviliza a la
Cataluña no nacionalista, por qué el PP ha dejado el libre el terreno dela
propaganda a sus enemigos, por qué el Estado parece ausentarse y encogerse de
hombros, por qué nadie con visión de Estado parece tener capacidad de mover a
las masas.
Uno se pregunta por qué tanta
Cataluña a todas horas, por qué importa tanto lo que opinan unos españoles y
por qué se ignora lo que opinamos otros. En la España que viene nadie parece
defender los intereses de Castilla, que quedará marginada una vez más, en los
nuevos tiempos. Me gustaría saber quién va a alzar la voz cuando unos y otros
pacten un papel predominante para una parte de españoles, con ventajas
económicas, legales y financieras como ahora mismo disfrutan bajo el silencio
cómplice de nuestros representantes, en Navarra y el País Vasco.
Todo parece querer darse por
Cataluña, todo por su integración en España; se darán las vueltas que sean
necesarias a las leyes para que, en función de las ventajas obtenidas, Cataluña
–los nacionalistas catalanes- decidan quedarse dentro de España. Pero si unos
salen ganando, ¿qué pasa con los que salen perdiendo? ¿Quién, señores
representantes, nos defiende, quién mirará por nuestros intereses políticos y
económicos? España se está convirtiendo en un donut. Salvo Madrid el interior
se está convirtiendo en desierto, sólo en los litorales hay industria,
población y riqueza. ¿Lo demás…? Desierto castellano.
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