Lo de las comuniones es algo que no entiendo… ustedes perdonen. Las
primeras comuniones digo. No entiendo que se gaste, que nos gastemos, que yo
también lo hice cuando llegó la hora, ya ven que soy contradictorio y caigo en
las redes de cuanto critico, un dineral en un traje de marinero, capitán
general o reina de los mares, …un dineral que no tenemos. Que nos gastemos un
montón de perras que nos hacen falta en un convite generalizado de amigos,
hermanos, sobrinos, primos y demás familia, por lo general lejana.
Ya sé que es un movimiento de dinero muy generalizado e importante y que
contribuye a crear riqueza. Que al dinero para que valga y sea útil hay que
darle aire, sacarlo de la hucha y hacerlo circular para que tarde o temprano
vuelva a nuestro bolsillo. Bien, bien hecho, pero hablando desde el punto de
vista religioso no encaja mucho. Insisto.
No entiendo que lo que debería ser una fiesta religiosa íntima, personal,
recogida, se haya trasformado en una
feria de las vanidades, en una impúdica exhibición de corbatas, trajes de
fiesta y tacones de quince centímetros. Y dejen fuera de mis críticas a quienes
de verdad tienen sentimientos religiosos, a aquellos que por sinceras creencias
religiosas educan a sus hijos en la importancia, profunda y muy sentida, de la
Primera Comunión. Para todos los demás, para buena parte de los padres,
padrinos y amiguetes arrimados esto, discúlpenme, es una farsa. Un conjunto de
sepulcros blanqueados que confunden una ceremonia religiosa con una fiesta
social, SO-CIAL, como las antiguas fiestas de mayoría de edad, de puesta de
largo o de presentación en sociedad.
Porque la Primera Comunión es ante todo una ceremonia religiosa, y si quienes
no han pisado una iglesia desde el día de su lejano bautizo, si quienes no van
a volver a hacerlo hasta el día de los elogios generales, pretenden que sus
hijos hagan la primera comunión no es por sentimiento religioso precisamente
sino por... ¿por qué conjunto de complejas razones sociales? Hemos convertido
un acto trascendente, retirado y que debería tener un significado profundo en
un “Viva la Virgen” o si ustedes lo prefieren en un “Válgame la Macarena”.
En un “Vágame la Macarena” o en un “Sálvese quien pueda”, que luego
empiezan a aparecer parientes de todas partes, alguno incluso del que no se
tenía noticia desde tiempos de la prehistoria” y al final acabas siempre sin
quererlo a su lado, con lo larga que es la comida de una comunión, así que no
sabes si preguntarle por cómo va la cosecha o por el convenio colectivo de la
fábrica, porque no tienes ni idea de quién es. Y no le preguntes por la mujer,
que él, resabiado y muy placeado por esos mundos, te contesta que cuál de
todas, si aquella que conociste una lejana vez, la siguiente o la actual.
Porque lo malo de las comuniones, cuando han perdido todo su significado
religioso, es el banquete. Puede ser largo e insoportable, casi siempre con un
calor insoportable, con un vecino de silla beodo y sudoroso y un niño, también
insoportable y sudoroso y encima colmado de regalos.
Porque esta es otra cosa… Al nene o a la nena hay que hacerles un regalo…
ya digo, como si en vez de una ceremonia religiosa fuese una puesta de largo o
la celebración de la mayoría de edad que todavía se hace en alguna sociedades
bien pensantes y bien pudientes… Y todo esto
arranca sencillamente de un intercambio de papeles, una confusión de valores,
de la aplicación de valores económicos, sociales, a algo que es solo un acto
religioso, que debería ser en exclusiva para quienes tienen valores religiosos
y quieren vivirlos sentida y profundamente porque esa es su respetabilísima
manera de ver la vida. Pero meter en ello un banquete con invitados a los que
la Primera Comunión se la refanfinfla, con padres que han pasado, pasan y
pasarán de valores y sentimientos religiosos, traer al abuelo Víctor desde su
lejana mina o traer desde su no menos lejana ciudad a la tía Eduvigis, a los
cuales el nene y la comunión les trae al pairo, es mezclar las cosas y hacer,
digamos, una paella con chorizo. Y vuelvo por donde empecé: gastarnos
“religiosamente” unas cantidades así puede ser impúdico e inmoral.
Y todo esto se lo dice, aunque tal vez equivocado y contradictorio, un
católico. Adiós, señores, hasta la semana que viene que encontraremos otro hilo
del que tirar.
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(1) Mi colaboración semanal en Onda cero Palencia
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