No sé si nos conviene el horario
de verano o el de invierno, de lo que estoy seguro es de que una mayoría de
españoles no quiere andar con el reloj pa’lante y p’atrás dos veces al año. Bueno,
también sé que no parece muy lógico que sean las doce a la vez en Atenas y en Madrid,
ni lógico ni natural. El sol solo puede estar en la vertical de uno de los dos sitios, nunca en los dos a la vez. Y de
Roma… pues eso, que está en medio y muy lejos de ambas capitales y las tres
mantienen la imposible misma hora. Eso sí, comercialmente conveniente puede que
sea… sano… ya no tanto.
A los españoles lo que no nos conviene
es el horario español. Es un horario ilógico, anormal y contraproducente. Más
allá de husos horarios está el uso del horario. Un uso que más allá de los
Pirineos, o de Salamanca o Zamora, nadie comprende. Ni en Francia y más al este,
ni más al oeste de Zamora y Salamanca.
El uso y distribución de las
horas que los españoles hacemos en nuestro trabajo y en nuestro ocio es
incomprensible ya para buena parte de los que nacimos bajo él. Un país así no
tiene futuro o lo tiene muy complicado, como estamos viendo. Que ningún
gobierno se haya atrevido a reformar nuestro caótico ritmo de vida es clara
muestra de nuestra dejadez.
No puede funcionar bien un país
civilizado que come a las dos y media o las tres de la tarde. Que necesita dos
horas para hacerlo, porque un arrocito o un cocido no se digieren así como así…
No puede funcionar bien un país civilizado que cena a las diez de la noche y se
acuesta a la una o una y media porque Telecinco y Antena 3 (y la otra y la
otra) ponen sus peliculones o sus series más atractivas para el incauto a
partir de las once. Sí, sí, ya sé que lo de acostarnos tarde no es de ayer, ni
surgió con estas teles… pero sí lo han potenciado y aumentado y exagerado.
Y al día siguiente un café
bebidito con media madalena y al trabajo corriendo que llegamos tarde. Lo
siento, España no es un país del entorno de España.
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