Yo sé que al final me van a
llamar ustedes franquista, qué le vamos a hacer. Les hablo de las despedidas de
soltero y soltera. Disculpen ustedes esta chorrada de incluir la palabra en sus
dos géneros, algo contrario a tantas leyes de la Lengua, de la economía y de la
lógica, pero es que así lo titula su majestad El País. Solo pretendía reírme de
ello, quizá no se note, así que lo indico claramente.
Lo de las despedidas de soltero
es una prueba más de la degradación cultural de España traída no sé si por las
leyes educativas o los comportamientos sociales que predican Antena 3 y Telecinco
en sus series más vulgares y por tanto más demandadas. No niego la enorme
posibilidad de la influencia de Belén Esteban, los diversos Kikos y otros
animales dantescos que rellenan la indecente programación de las teles
españolas.
Sea por el motivo que sea a los
españoles se nos ha metido en la cabeza que cuanto más vulgares, bastos y
ordinarios seamos más chupiguay somos. Que eso es lo que queremos, ser chupiguays,
modelnos y pogres. Y de un acontecimiento noble, el matrimonio, nos inventamos
una celebración de lo más chabacano y ordinario. Zafio hasta el extremo. Pero
con eso no basta, tiene que ser notorio, hay que hacerlo público por las
calles, que vean todos y todas -tod@as- que somos la leche, los más cachondos,
los más ruines y rufianes (Hola, Grabiel).
Y, qué curioso, todo lo que
criticamos normalmente, sexismo, machismo, lo ponemos en práctica en estas célebres
ocasiones, porque eso es… porque eso es… eso debe ser una excepción, es una boda,
debe ser un festejo obsceno, cachondo, sanchopancista… Lo importante es la
boda; el matrimonio... qué más dará.
No importaban las llamativas escenas vulgares,
beber alcohol por la calle hasta caer reventaos, no importaba la falta de moralidad
(¡uffff, hablar de moral hoy…!), no importaba la mala educación (¡uffff, hablar
de buena educación hoy…!), no importaban los malos ejemplos públicos (¡Uffff….!).
Al final lo que importa son las molestias a los vecinos y turistas. El caso es
que en Granada, Málaga, Sevilla o Córdoba los hosteleros se han rebelado ante
tanta insensatez, no por la insensatez sino porque esto corta el chorro de
turistas.
Es la España zafia que nos hemos
ganado, la España del “porque yo me lo merezco”, la España de “por mis cataplines”,
la España de los jóvenes que no han dado un palo al agua en su vida pero tienen
de todo, la España consentidora porque es cobarde y no se atreve a poner orden.
Al final todo lo arregla la economía. Esconderemos nuestra mala educación, nuestra
bastedad, nuestra ordinariez, nuestra zafiedad, nuestra vulgaridad solo para no
acabar con el turismo. Algo es algo, aunque me llamen franquista.
PD. Y mientras todo esto sucedía
¿qué han hecho los ayuntamientos para evitarlo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario