Nunca me ha sido dado comprender
la razón de la superioridad moral de la izquierda. Cuando era votante de
izquierdas tampoco. La asumía porque el ambiente social y cultural te
impregnaba, pero no la entendía ni la comprendía. Razonar esa postura fue una
de las causas por las que empecé a votar opciones minoritarias, esas que nunca
alcanzan un escaño. O raramente.
Y en esas estamos, en el pacto de
la vergüenza de los novísimos fascistas, racistas e intolerantes de Vox con aquellos
viejos fascistas del PP, según nos habían repetido hasta la saciedad los políticos
de izquierdas. Pacto al que se han sumado, seguro que por puras ansias de
poder, los neofascistas de Ciudadanos. Porque, según nos han repetido últimamente
los políticos de izquierdas, también son fascistas.
La izquierda que no ha tenido
rubor en beberse cosechas de sidra o café con Otegui llama extremistas a los
partidos de derechas, seguramente porque Otegui era un demócrata hasta cuando
secuestraba. La izquierda, que no tiene rubor en gobernar con el apoyo de Herri
Batasuna, ese partido que después de apoyar los asesinatos de políticos
socialistas se tuvo que cambiar el nombre para esconder sus vergüenzas, critica
acuerdos de gobierno de otros partidos “extremistas”… que no son de izquierdas.
Es la superioridad ética que conlleva ser de izquierdas y querer el bien de los
trabajadores, no como los fascistas que buscan la destrucción de las clases
populares.
Las raíces demócratas de la
izquierda, su concepto de la honestidad, del decoro y de la integridad permiten
asociarse con fascistones racistas como Rufián y Torra –Sánchez se lo llamó en
público- que pretenden destruir el Estado, porque ser de izquierdas implica
tener bula para ello sin ser criticado por la prensa y la sociedad. Pero la liberalidad
de esta izquierda no permite que nadie negocie un gobierno con otros partidos igualmente
(¿?) “extremistas”, solo que, oh, ahora piensan y hablan de “España”, maldito concepto
fascista que la vieja izquierda no tiene superado y no quiere perdonar
La ventaja de ser de izquierdas
te permite tener acuerdos de gobierno con tipos que preconizan la
venezuelización, (uf, ustedes perdonen) de España, porque, aunque un poco
extraviados ideológicamente, no son nada, nada, nada extremistas sino sanos
muchachotes superiores humana, ética, moral e ideológicamente a esos
cuatrocientos mil andaluces que han votado lo que no debían, quizá porque no
han consultado a la izquierda.
Lo dice Susana Díaz y se llama
superioridad moral de la izquierda; pero no, no es que los andaluces se hayan
cansado de la izquierda.
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