No sé si lo del Prestige fue una historia y la del San Pedro otra o ambas son una sola historia que se prolonga verano tras verano. Sea como sea el caso es que a veces la vida se repite. O que llueve sobre mojado. Lo de Galicia, aún con menor tamaño, se repite en la otra esquina de España, en Ibiza.
Y la derecha española sigue en pañales, sigue sin conectar con sus bases, con sus millones de votantes, y sigue sin aprender esa labor de agitación y propaganda que, quizá por razones históricas, siempre se le ha dado bien a la izquierda tradicional. Y que tan buen rendimiento le da. ¿Dónde está el truco, dónde la diferencia?
Conmemoramos en este momento el segundo aniversario del gravísimo incendio de Guadalajara, cuando el corazón de Castilla ardió por los cuatro costados y once ciudadanos murieron sin que temblaran las estructuras del Estado, sin que nada pasara, sin que nadie dimitiera, sin que nadie se avergonzara. Desastre por desastre es perfectamente comparable al del hundimiento del Prestige, aquella muestra de la inutilidad de algunos altos cargos del PP que no supieron reconducir la situación y minimizar los daños.
Pasando por encima de que la cara dura de los gobernantes es siempre la misma con independencia del carné que porten en el bolsillo, si se observa cómo las respectivas oposiciones manejaron la situación para aprovechar ambas tragedias y arrimar el ascua a su sardina se saca la clara consecuencia de que la derecha no tiene ni idea de cómo hacer pagar a la izquierda sus errores. Será cuestión de movilización popular, de que la izquierda está siempre más motivada que la derecha, tradicionalmente más comodona y reservona, será que a las gentes de derecha les da vergüenza reconocerse como tal o serán criterios éticos y morales pero la repercusión mediática, la gravedad aparente, los aparentes errores de los políticos fueron mucho más graves en el caso de la tragedia de Galicia. La izquierda y sus portavoces arman mucho más ruido propagandístico, trasmiten mucho mejor sus mensajes de angustia e incomprensión ante “la necedades de la derecha”.
Han pasado dos años y aún seguimos espantados por la magnitud de aquella catástrofe en las castellanas tierras de Guadalajara, seguimos sin saber todavía cuántas y cuántas llamadas realizadas a los servicios de emergencia fueron inútilmente atendidas, por qué la carencia y luego la tardanza de los medios para combatir el fuego o quién cometió la torpeza por la que murieron once bomberos en un incendio de 12000 hectáreas y tres días de duración. Sin embargo la fecha va a pasar casi desapercibida para la ciudadanía, las protocolarias movilizaciones van a ser las justitas para cumplir con el aniversario.
Semejante situación se puede apreciar también con el caso del naufragio del “Don Pedro” en Ibiza. Aunque desastre por desastre no es comparable con los dos anteriores la torpeza de las autoridades en el manejo de la situación sí lo es, y si Rajoy habló torpemente de “hilillos” la ministra en esta ocasión ha hablado de “regueros”. El caso es que no se trata de un buque de transporte de crudo, ¡menos mal!, pero llevamos ya varios días de desidia y fugas, con repetidos intentos, rudos y vanos, de taparlas y la mancha de fuel ya ha llegado al parque de Ses Salines.
Pero la derecha española parece incapaz de sacar partido a las limitaciones y a la incompetencia de los gobernantes socialistas, no sabe manejar a su favor una crisis de este tipo con la repercusión mediática y popular que tienen las de la izquierda, con la movilización de voluntades que supuso la tragedia de Galicia. Qué ineptitud para encauzar a su favor los miles de votos que podría suponer si la situación la pillara la izquierda.
¿Y qué decir de la izquierda municipal andaluza mezclada con la corrupción urbanística de Juan Antonio Roca y compañía? Ay, si la derecha estuviera, que también lo está en otros sitios, mezclada con estos asuntos pocos limpios. Ay, lo que habría que oír a Pepe Blanco, qué titulares nos ofrecería la prensa adscrita, qué entradillas oiríamos y veríamos en los medios audiovisuales propicios si los alcaldes de Ayamonte, Estepona o Mijas no fuesen socialistas. ¡Cuántas manifestaciones habría tenido que soportar el Presidente de la Junta de Andalucía debajo de su ventana para exigirle que clarificara su postura durante los largos años de gobierno de Jesús Gil. Si no se llamara Chaves, quiero decir.
Pero la derecha es incapaz de manejar estas situaciones a su favor, es incapaz de sumar a las gentes, a sus gentes, para que arrime el hombro.
Y la derecha española sigue en pañales, sigue sin conectar con sus bases, con sus millones de votantes, y sigue sin aprender esa labor de agitación y propaganda que, quizá por razones históricas, siempre se le ha dado bien a la izquierda tradicional. Y que tan buen rendimiento le da. ¿Dónde está el truco, dónde la diferencia?
Conmemoramos en este momento el segundo aniversario del gravísimo incendio de Guadalajara, cuando el corazón de Castilla ardió por los cuatro costados y once ciudadanos murieron sin que temblaran las estructuras del Estado, sin que nada pasara, sin que nadie dimitiera, sin que nadie se avergonzara. Desastre por desastre es perfectamente comparable al del hundimiento del Prestige, aquella muestra de la inutilidad de algunos altos cargos del PP que no supieron reconducir la situación y minimizar los daños.
Pasando por encima de que la cara dura de los gobernantes es siempre la misma con independencia del carné que porten en el bolsillo, si se observa cómo las respectivas oposiciones manejaron la situación para aprovechar ambas tragedias y arrimar el ascua a su sardina se saca la clara consecuencia de que la derecha no tiene ni idea de cómo hacer pagar a la izquierda sus errores. Será cuestión de movilización popular, de que la izquierda está siempre más motivada que la derecha, tradicionalmente más comodona y reservona, será que a las gentes de derecha les da vergüenza reconocerse como tal o serán criterios éticos y morales pero la repercusión mediática, la gravedad aparente, los aparentes errores de los políticos fueron mucho más graves en el caso de la tragedia de Galicia. La izquierda y sus portavoces arman mucho más ruido propagandístico, trasmiten mucho mejor sus mensajes de angustia e incomprensión ante “la necedades de la derecha”.
Han pasado dos años y aún seguimos espantados por la magnitud de aquella catástrofe en las castellanas tierras de Guadalajara, seguimos sin saber todavía cuántas y cuántas llamadas realizadas a los servicios de emergencia fueron inútilmente atendidas, por qué la carencia y luego la tardanza de los medios para combatir el fuego o quién cometió la torpeza por la que murieron once bomberos en un incendio de 12000 hectáreas y tres días de duración. Sin embargo la fecha va a pasar casi desapercibida para la ciudadanía, las protocolarias movilizaciones van a ser las justitas para cumplir con el aniversario.
Semejante situación se puede apreciar también con el caso del naufragio del “Don Pedro” en Ibiza. Aunque desastre por desastre no es comparable con los dos anteriores la torpeza de las autoridades en el manejo de la situación sí lo es, y si Rajoy habló torpemente de “hilillos” la ministra en esta ocasión ha hablado de “regueros”. El caso es que no se trata de un buque de transporte de crudo, ¡menos mal!, pero llevamos ya varios días de desidia y fugas, con repetidos intentos, rudos y vanos, de taparlas y la mancha de fuel ya ha llegado al parque de Ses Salines.
Pero la derecha española parece incapaz de sacar partido a las limitaciones y a la incompetencia de los gobernantes socialistas, no sabe manejar a su favor una crisis de este tipo con la repercusión mediática y popular que tienen las de la izquierda, con la movilización de voluntades que supuso la tragedia de Galicia. Qué ineptitud para encauzar a su favor los miles de votos que podría suponer si la situación la pillara la izquierda.
¿Y qué decir de la izquierda municipal andaluza mezclada con la corrupción urbanística de Juan Antonio Roca y compañía? Ay, si la derecha estuviera, que también lo está en otros sitios, mezclada con estos asuntos pocos limpios. Ay, lo que habría que oír a Pepe Blanco, qué titulares nos ofrecería la prensa adscrita, qué entradillas oiríamos y veríamos en los medios audiovisuales propicios si los alcaldes de Ayamonte, Estepona o Mijas no fuesen socialistas. ¡Cuántas manifestaciones habría tenido que soportar el Presidente de la Junta de Andalucía debajo de su ventana para exigirle que clarificara su postura durante los largos años de gobierno de Jesús Gil. Si no se llamara Chaves, quiero decir.
Pero la derecha es incapaz de manejar estas situaciones a su favor, es incapaz de sumar a las gentes, a sus gentes, para que arrime el hombro.
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